Yo soy como el picaflor

La prima Vera en Praga

Ricardo Bada
25 de agosto de 2018 - 02:00 a. m.

Hay un viejo chiste español basado en un ingenuo juego de palabras, y es aludir, hacia el fin del invierno, a la llegada de la parienta rusa. ¿Cuál, se preguntarán ustedes? Pues nada más y nada menos que la prima Vera. Algo de ello sucedió en Praga en 1968. Más que gozar el sabor de la primavera, los checos y eslovacos sufrieron la aparición de una aguerrida prima Vera, en forma de 200.000 soldados y 5.000 tanques.

El año 1968 fue crucial en el currículo del Homo sapiens. Para empezar era un bisiesto al que las Naciones Unidas declararon Año Internacional de los Derechos Humanos. El 21 de enero el equipo del doctor Christiaan Barnard hizo el segundo trasplante cardíaco de la historia, y el 9 de enero nevó ¡en Ciudad de México! El 17 de febrero, todavía en vida del inferiocre (el general Franco), se autorizó la enseñanza del idioma eusquera en las escuelas públicas del País Vasco. Y el 16 de marzo un grupo de soldados gringos llevó a cabo en Vietnam la cobarde masacre de My Lai. El 4 de abril asesinaron a Martin Luther King en Memphis, Tennessee, y el 5 de junio, a Bob Kennedy en Los Ángeles. Entre medias, durante el mes de mayo se produjo la revolución de los estudiantes franceses (“La imaginación al poder”), a la que seguiría una huelga general: fue la segunda gran revolución francesa, a menos de dos siglos de la anterior.

El 25 de julio, el papa Paulo VI condenó el uso de anticonceptivos en la encíclica Humanae Vitae, y el 22 de agosto visitó Colombia. Dos días antes tuvieron lugar la invasión a Checoslovaquia por las tropas y los tanques soviéticos así como la defenestración de Alexander Dubček, el eslovaco paladín del “socialismo con un rostro humano”.

El 2 de octubre México se vistió de luto a consecuencia de la matanza —impune aún— de Tlatelolco, en vísperas de los primeros Juegos Olímpicos en un país latinoamericano. El 5 de noviembre Nixon ganó las elecciones presidenciales en Estados Unidos. Y el 24 de diciembre fue la primera vez que unos seres humanos vieron la cara oculta de la Luna: fueron los astronautas de la nave espacial gringa Apolo 8. Ese año, 1968, no es pues tan solo el año del mayo francés, de la liberación sexual y el adiós a los viejos cánones, sino, sobre todo, el año de My Lai, Praga y Tlatelolco. Apuntaré como un dato positivo, si así se quiere, el hecho de que la invasión a Checoslovaquia corrió a cargo de nada más que el Ejército Rojo y tropas polacas y húngaras. También participó teóricamente en ella la RDA, pero su contingente (en estado de alerta para intervenir en caso necesario) no traspasó la frontera checa. Hasta al autócrata Brézhnev debió parecerle obsceno que soldados alemanes invadieran ese país como treinta años antes lo habían hecho las tropas de Hitler.

 

 

 

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