La ruta de la productividad

Indalecio Dangond B.
23 de noviembre de 2019 - 05:00 a. m.

Hace unos años fui invitado por Abrapa (Asociación Brasilera de Productores de Algodón) a su congreso anual celebrado en Foz de Iguazú, al oeste del estado de Paraná, donde se desarrollan grandes extensiones agrícolas con alta productividad.

Anteriormente, había estado en una gira por el corredor agrícola que integran las ciudades de Londrina, Maringá y Cascavel, en donde en febrero de cada año se realiza el show rural de Coopavel, una de las ferias de tecnología agrícola más importantes de América Latina, después del Agrishow de Ribeirão Preto, donde se lanzan las principales tendencias e innovaciones tecnológicas del mundo para los distintos agronegocios. Es el equivalente al Paris Fashion Week, pero del agro.

Para recorrer las 75 hectáreas de exposición con 5.000 parcelas de experimentos y un parque de maquinaria y equipos de última tecnología, se requieren por lo menos tres días. Allí se pueden ver variedades de tomate (BRS NAGAI) que producen 440 cajas de 25 kg con 1.000 plantas, cebollas que rinden 20 toneladas por hectárea, semillas de ají que producen 35 toneladas por hectárea en seis meses, arvejas que rinden 30 toneladas por hectárea, una variedad de yuca que con una densidad de 13.800 plantas/ha produce en promedio 38 toneladas en 14 meses y una semilla de sorgo forrajero que rinde 45 toneladas por hectárea en 90 días.

Toda esta tecnología es producida por la Empresa Brasileña de Investigación Agropecuaria (Embrapa), que cuenta con 44 centros de investigación en todo el país y 9.800 empleados de los cuales la mitad son investigadores. Cuando visité el centro de investigación de soja, maíz, girasol y pastos de cortes en la ciudad de Londrina, pude observar que ellos, además de producir una excelente semilla para ciertos tipos de suelos, altitudes y climas, les ayudan a los productores brasileros con la transferencia de conocimientos en cuanto al manejo del cultivo y los calendarios de siembra.

Gracias a la implementación de esta política de Estado, conducente a la productividad agropecuaria, es que Brasil logró en menos de 20 años pasar a ser el 1º productor mundial de azúcar, café y jugo de naranja; el 2º productor de soya, carne bovina y etanol; el 3º productor de carne de aves; el 4º en sorgo y el 5º productor mundial de algodón.

Una política agropecuaria que garantiza sagradamente los recursos del presupuesto anual de la nación para subsidiar las tasas de interés del crédito rural a largo plazo para inversiones en sistemas de riego y mecanización de cultivos, la subvención del seguro agrícola para riesgo climático y las coberturas de precios de mercado para garantizar un precio mínimo al productor, y los apoyos a la investigación y transferencia de tecnologías.

Acá podríamos hacer lo mismo, si lográramos zonificar las áreas agrícolas por regiones y reorganizar totalmente los presupuestos del Ministerio de Agricultura y sus entidades adscritas para reorientar los recursos públicos con la misma eficiencia que lo hacen los brasileros. Se trata de hacer un cambio de la política pública del subsidio a la ineficiencia por una política pública del fomento a la productividad.

En el tintero. La decencia y el respeto del presidente Duque hacia la población y las instituciones públicas pudo más que las mentiras de quienes pretenden destruir la democracia y la economía de nuestro país.

 

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