La tributación y el Centro Democrático

Salomón Kalmanovitz
09 de abril de 2018 - 02:00 a. m.

¿Cuánto pagan efectivamente los consumidores, trabajadores y dueños del capital en Colombia? Según Iván Duque, los empresarios pagan demasiado, pero un riguroso trabajo de Hernán Rincón y Martha Delgado del Banco de la República* establecen algo distinto.

Las tasas impositivas efectivas fueron de 10,7 % de los gastos de consumo de los hogares, 18,6 % de los ingresos del trabajo y el 17 % de las utilidades durante el período de estudio (1994-2016). Además, “la tasa que recae sobre los salarios se ubica por encima de aquella sobre el capital a lo largo de la muestra, excepto a partir de 2015, (y) las contribuciones sobre la nómina representan una carga adicional sobre el trabajo”. No tiene presentación que los trabajadores, que apropian una parte menor de la riqueza social, aporten más al fisco que los empresarios.

Las tasas establecidas en la legislación tributaria son mayores a las efectivas. Los autores destacan que a la empresarial, del 25 %, hay que sumarle la “contribución de renta para la equidad”, CREE, del 9 %, y la sobretasa del 6 %, lo que resulta en una tasa combinada de 40 %. Este es el dato con que Iván Duque denuncia el carácter expropiatorio del régimen tributario colombiano.

La diferencia entre las tasas de ley y las efectivas surge de la existencia de “cuantiosos gastos de consumo e ingresos del trabajo y del capital en la economía que no pagan impuestos, o pagan menos que lo que deben”, a base de beneficios tributarios, elusión y evasión, de los que sabe mucho el jefe de Duque.

Los impuestos a las empresas que recaudó Colombia en 2016 fueron 19,3 % del total, comparado con 9 % para el promedio de la OECD; sin embargo, los impuestos sobre la riqueza de los individuos acá no llega a 3 % del recaudo, siendo el 25 % en los países de la OECD. El ajuste necesario y justo pasa por aumentar el impuesto a los más ricos, obviamente, y no reducirlo aún más como lo ordena el programa del Centro Democrático que Duque repite como un zombie.

Si el capital extranjero decidiera invertirse en los países que cobran menos impuestos a la renta, Colombia sería uno de los países más atractivos del mundo. No obstante, es uno de los más rezagados. Otros países cuentan con recursos humanos educados, centros de investigación e innovación, infraestructuras adecuadas, mercados internos grandes y expansivos, gobiernos fuertes y eficientes, y seguridad.

Durante las dos administraciones Uribe, la tributación sobre el consumo pasó del 10,4 % en 2003 al 12 % en 2010 (aumento de 1,6 % efectivo), la de los salarios de 17 % a 22 % (5 % de aumento) y la de las ganancias de 16,3 % a 16,5 %, sólo 0,2 % de aumento, aunque en algunos años las mordió el impuesto de guerra que fue temporal. Se trató de una mezcla que aumentó mucho la desigualdad social. En 2016, después de dos reformas tributarias de Santos, los impuestos al consumo eran de 11 % (antes del IVA del 19 %), los que castigaban los salarios eran de 20 % y las sociedades tributaban casi el 22 %. A pesar de eso, el déficit fiscal en 2017 ronda los $32 billones y la deuda pública es agobiante.

El señor Duque ha prometido irresponsablemente que no seguirá la regla fiscal. No ha querido explicarnos qué va a hacer si reduce impuestos: ¿tumbará el gasto público y/o aumentará el déficit del gobierno?¿Se endeudará más a tasas de interés prohibitivas?¿Debilitará la capacidad estatal y su provisión de bienes públicos?

* Borradores de Economia, No. 1041

 

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