La verdadera oposición

Luis Carlos Vélez
07 de enero de 2019 - 05:00 a. m.

El país arranca un nuevo año en medio de una gran clima de decepción, preocupación y alteración. Los escándalos de corrupción, la vulnerable situación económica y las incertidumbres migratoria y regional nos han llevado a alimentar la idea de que solo hay cabida para dos miradas extremas de enfrentar la realidad nacional y presentar soluciones. Error.

En nuestro país, derecha e izquierda tienen los mismos pecados y se tapan con la misma cobija. Los dos espectros han sido recientemente ensombrecidos por escándalos igual de graves como la bolsa de Petro y la trama de Odebrecht, han estado inmersos en la violencia paramilitar o guerrillera y han demostrado ser pésimos administradores. Son iguales. Los mismos con las mismas.

Para no caer en los errores del pasado y no vivir en la esquizofrenia que nos quiere meter el mundo de la súper conectividad, la dictadura de la aprobación en redes sociales y el populismo político y periodístico, vale la pena arroparse de una tercera vía que mire estos dos extremos con debida cautela y dar la batalla para no dejarse encasillar en esa avalancha de irracionalidad que más se parece a la de un estadio de fútbol en donde las barras se enfrentan a gritos, nadie oye y se acaban a puñaladas.

Colombia merece algo más y no quedarse en la lectura de los odios que nos han inoculado hace décadas. Allá ellos con sus venganzas y ciclo infinito de retaliaciones y pajas en ojos ajenos desde propios dónde abundan las vigas. Los dos extremos merecen quedarse donde geométricamente están, solos en las esquinas. Es por eso que, aunque nos intenten encasillar en uno de esos espectros, al criticar o desnudar al otro, se debe recordar que regla es para ambos.

La historia reciente nos está dando señales de lo que pasa cuando una nación se deja meter en los extremos: elige a un Bolsonaro o a un Andrés Manuel López Obrador. Las naciones terminan escogiendo entre un líder que asegura que los pobres no pueden tener más hijos y otro que se niega a reconocer que Maduro es un dictador. Lamentable.

Lo que se viene no es fácil, así que debería ser propósito de todos, este nuevo año, ser más racionales y menos pasionales. Es en las pasiones donde los mismos de siempre han encontrado nuestro punto débil. Nos indignan y luego traicionan. Nos prometen y luego se reparten. Los derrocan y luego se enrocan.

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