“Mijito, al que madruga, Dios le ayuda”.
Eran las 5 de la mañana. Como de costumbre, él ya estaba levantado, bañado y con un café en la mano listo para salir a trabajar. Su espíritu era madrugador, inspirado en aquella frase que escuchó decir muchas veces a sus padres y a sus abuelos: “mijito, al que madruga, Dios le ayuda”.
Y efectivamente le ayudaba.
Salir temprano a trabajar era su mantra. Desde muy joven lo hizo. Su espíritu fue libre y emprendedor. Tenía un gran carisma para conectar y relacionarse con cualquier tipo de persona. Siempre le gustó laburar, lo hizo por muchos años y así sacó adelante a sus hijos y a su familia. Era tierno pero a la vez estricto. Amaba el campo, el aire puro, el respeto por la naturaleza y la práctica deportiva.
Y así pasaron décadas y su hábito de responsabilidad laboral se mantuvo intacto.
Pero cuando cumplió 65 años decidió que quería tomar un nuevo rumbo para intentar cumplir uno de sus grandes sueños: ser atleta y competir.
Empezó a entrenar a diario. Siguió madrugando, pero esta vez, para practicar y así prepararse para correr la prueba de los 100 metros planos en la categoría Senior máster.
Su responsabilidad laboral la trasladó a su anhelo deportivo. Nunca paró, no se detuvo hasta llegar a concursar en el campeonato Senior de la ciudad de Bogotá. Llegó el momento de la carrera.
En sus marcas, listos, ya.
Salió disparado y con gran potencia y resistencia se mantuvo adelante hasta cruzar y ganar la prueba. Ahora era el campeón bogotano de los 100 metros planos.
Lo había logrado. La sorpresa y el triunfo lo empujaron a seguir su camino y esforzarse para ir por la próxima meta: El campeonato nacional.
Prosiguió madrugando, se siguió preparando, cada vez, cada día.
Y así logró clasificar a la final del evento.
Concentrado, partió con todo y en un tremendo mano a mano, cabeza a cabeza, logró llegar primero y proclamarse como nuevo campeón colombiano.
La felicidad y la alegría se desbordaron, como también aumentó su deseo de persistir con el anhelo de su existencia.
El siguiente gran objetivo sería el suramericano de atletismo.
Continuó madrugando, esforzándose y mejorando día a día.
Comenzaron las competencias continentales y paso a paso se fue afianzando hasta clasificar a la final.
Ya en la posición de salida, respirando profundamente, escuchó el disparo de arranque. Sus piernas se desprendieron del partidor y sintió una sincronía eléctrica al acelerar con la propulsión del efecto turbo de su mente y su espíritu ganador. Nunca miró hacia atrás ni hacia los lados, solo se enfocó en la línea de llegada, hasta atravesarla. Se había convertido en el nuevo campeón suramericano.
Qué momento.
Un bálsamo de emociones, lágrimas y orgullo se apoderó de él, pero también de mí.
Yo lo conozco bien.
Es mi padre.
Su lección de vida ha sido inspiradora como pocas cosas en este planeta.
Ante el escepticismo de muchos, decidió ir un día por un nuevo récord a los 65 años y lo pulverizó.
Me enseñó que con pasión y con amor, todo se puede.
Que la vida siempre tiene el privilegio de ofrecer oportunidades para poder iniciar un capítulo nuevo en cualquier momento.
Padre, eres campeón bogotano, campeón colombiano y campeón suramericano, pero sobre todo, eres un campeón de la vida.
A tus 88 años, gracias por estas cuatro coronas y por seguir madrugando.