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Las niñas

Sorayda Peguero Isaac
17 de abril de 2021 - 03:00 a. m.

La pistola de papi tenía una empuñadura blanca con sus iniciales grabadas en oro. Era una Smith & Wesson 9 milímetros. El papá de Tere tenía una igual, pero sin adornos. Siempre que se reunían en la casa para limpiar sus armas, don Gustavo traía a Tere. Sentadas en un escalón del gazebo del patio, junto a una diosa de piedra que cargaba una maceta con retoños de tradescantia morada, hablábamos de nuestras cosas y los observábamos de lejitos. El sonido que hacían las pistolas cuando las sobaban quebraba nuestro parloteo. ¡Clack, clack! Conteníamos la respiración por unos segundos, temiendo que sus precauciones no fueran suficientes y que una bala escondida en la recámara provocara una tragedia.

A Tere le encantaba el olor del aceite que sirve para engrasar las armas. También le gustaba el del cemento mojado y el de la acetona que usábamos para quitar el esmalte de uñas. Las dos escuchamos cuando don Gustavo dijo que el día que Tere se hiciera “señorita” cambiaría su Smith & Wesson por una escopeta 12 milímetros. Pensé que era una extraña manera de celebrar la primera menstruación de su hija. Pero Tere, que era más avispada que yo, o eso creía ella, me aclaró el asunto. “¿Tú eres mensa o te haces? Dique tú no sabe por qué papi dice eso”. La escopeta era para espantar a los “tigueres” que empezaban a rondarla. Aunque Tere y yo teníamos la misma edad, el cambio de nuestros cuerpos se manifestaba de maneras distintas. Me preguntaba hasta cuándo seguirían creciendo sus senos y cuándo, ¡por el amor de Dios!, los míos se dignarían a hacer acto de presencia, una presencia que fuera realmente visible. A Tere le prohibieron usar pantalón corto para salir fuera de su casa. Mis piernas no eran tema de debate familiar. No parecía que pudiera darle motivos a mi papá para que se comprara una escopeta.

Tere se me acercó con cara de que iba a contarme un secreto.

—Ponte mierda de gallina con aceite verde y tú verá cómo te crecen esas tetas.

—¿Eso fue lo que tú hiciste?

—¿Tú ta loooca? Yo salí a mami.

—No entiendo por qué yo no salí a la mía.

Algo peor que quedarme plana era que el ungüento de mierda de gallina hiciera efecto y papi se transformara en la versión isleña de Rambo. ¿En qué momento nuestros cuerpos se convirtieron en una amenaza para la seguridad doméstica? Era todo muy confuso. Recuerdo que Adrienne Rich decía que, desde muy jóvenes, a las mujeres se nos controla amarrándonos a nuestros cuerpos, que no conocía a ninguna mujer “virgen, madre, lesbiana, casada, soltera, ama de casa, camarera o científica, para la que su cuerpo no sea un problema fundamental: su confuso significado, su fertilidad, sus deseos, su llamada frigidez, sus sangrados, sus violencias y sus floraciones”.

“No le busques la ruina a tu padre: no salgas con esos shorts, no bailes así, no vayas sola por la calle, no te sientes de ese modo, no te rías como una chivirica”. Teníamos dudas respecto a cuándo una mujer alcanza de verdad la mayoría de edad. Quién sabe si podríamos zafarnos del comité de parientes y metiches autonombrados custodios de nuestra “honra”. ¿Qué diantres era la honra? ¿De qué o de quién dependía? Pensándolo bien, para nosotras, crecer era el comienzo de una batalla que se libraba dentro y fuera de nuestros cuerpos, por el control de nuestros cuerpos, no solo en el espacio familiar, también en el ámbito público. Nos debatíamos entre la idea de contradecir el dominio impuesto por la costumbre y dar rienda suelta a nuestros deseos —un atrevimiento que, seguramente, nos costaría sudor y lágrimas—, y la de soportar el destino que se nos endilgó como un sambenito. Solo porque, un buen día, nuestras madres escucharon en el paritorio: “Señora: es una niña”.

sorayda.peguero@gmail.com

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Alberto(3788)18 de abril de 2021 - 12:36 a. m.
Como le es costumbre, excelente, grata, descripciones perfectas. Gracias, Sorayda Peguero.
Adrianus(87145)17 de abril de 2021 - 06:12 p. m.
Que excelente ilustración, acompañada , además, de unos muy buenos interrogantes.
Carlos(56797)17 de abril de 2021 - 05:10 p. m.
Excelente columna... excelente.
Blanca(66976)17 de abril de 2021 - 03:19 p. m.
Esta señora escribe para la prehistoria. Eso ya no es así.
  • Mar(60274)17 de abril de 2021 - 09:49 p. m.
    Blanca, todavía, por eso las matan sus parejas, porque se creen dueñas de ellas.
  • Adrianus(87145)17 de abril de 2021 - 06:14 p. m.
    Blanca, está segura que en nuestra pobre, paupérrima historia cultural de Polombia, eso es prehistoria?
Atenas(06773)17 de abril de 2021 - 02:20 p. m.
No disiento d q' pa muchos, y muchas tamb, tener una hija sea como colgarle al pecho d la criatura un INRI. Y más en el padre una zozobra hasta cuando aparezca un príncipe azul q', dizq', ya luego de desflorada más pasable queda q' de su honra no quede nada. Con la adehala de querer tales padres ir por mundo desvirgando, mientras a la suya haya q' vivir cuidando. Torpes.
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