Las opciones de Vargas

Francisco Gutiérrez Sanín
06 de abril de 2018 - 03:30 a. m.

Nuestras elecciones presidenciales se encuentran en un estado de fluidez. Muchas cosas pueden pasar. No todas. Viviane Morales no va a ganar. Tampoco lo hará Piedad Córdoba. Pero todavía hay varios candidatos con opciones reales, aunque construidas sobre arenas movedizas. Particularmente interesante es la situación de Germán Vargas.

Vale la pena hacer un poco de historia para entender lo que está pasando. Vargas comenzó la carrera con una enorme ventaja. Si no me equivoco (no tengo los datos frente a mí), acaparaba cerca del 40% de las intenciones de voto en las primeras encuestas. Despertaba entusiasmos entre algunos, y temblores de horror entre muchos escépticos y progres: un horror de hecho muy parecido al entusiasmo, como el que se siente de niño oyendo una buena historia de espantos. Leí/oí a mucha gente dar su victoria por sentada: tenía la clientela, los años de vicepresidencia constructora prestados por Santos, la simpatía indiscutible de ciertos medios y ciertas élites.

Pero desde entonces Vargas no ha hecho sino caer en las encuestas. Tomo esto como un dato fundamental. Como escribo estas reflexiones a partir de algunos ejercicios numéricos que he estado haciendo desde hace rato, puedo compartirles un pequeño secreto: aunque nuestras encuestas se pueden descachar por mucho, no hay un solo ejemplo de algún político que haya derrotado la tendencia que expresan. Ni uno solito. Es decir, si un político (o una respuesta, si se trata de un referendo o plebiscito) cae sistemáticamente en todas las encuestas, la probabilidad de que repunte es muy baja. ¿Y por qué le pasó esto a Vargas? Básicamente, porque se metió en la trampa del vivo bobo: sacrificó sus votos de centro por tratar de conquistar los de derecha. Pero la mayoría de estos están pignorados al uribismo. Además, Vargas exhibió un talante prepotente y desapacible. En las últimas encuestas, ya iba por el 6% y contando.

Hay, sin embargo, dos conjuntos de evidencias importantes que matizan este análisis. Primero, a Cambio Radical le fue relativamente bien en las parlamentarias. Esto, en realidad, no es tan contundente. El desempeño del uribismo para cuerpos colegiados siempre ha sido flojo; las últimas elecciones fueron una excepción, y aun así obtuvo sólo el 20% del voto para Senado. En cambio, en unas presidenciales (sobre todo en segunda vuelta), el uribismo puede aspirar al 40% largo del voto. Esto en esencia le quita los sufragios de la derecha a Vargas. Es esto lo que lo ha arrinconado en las encuestas. En síntesis: la izquierda lo detesta, el centro desconfía de él, la derecha lo ve como una opción mucho menos interesante que Uribe y todos lo creen un traidor.

Segundo, Vargas tiene una buena maquinaria. Ahora se le suma el Partido de la U, que es un grandulón: pero un grandulón que se desinfla. Su liquidador, Iragorri, anunció ya el respaldo a Vargas. El argumento de la maquinaria no se puede descartar, pero en una elección tras otra se ha demostrado que está algo sobrevalorado. El apoyo de la U, empero, sí podría revertir la tendencia, y darle alguna semblanza de ganador a este pesado objeto que no ha hecho sino caer en picada. Pero pactar con la U implicaría para Vargas dejar la propaganda antipaz, que se había convertido en el mensaje central de su campaña. Es decir, para poder usar esta pipeta de oxígeno que le llega casi milagrosamente, está obligado a dar una voltereta más. Un nuevo desgaste para su menguada credibilidad.

No quiero sugerir que Vargas carezca de posibilidades reales de ganar. Las tiene. Pero su camino al triunfo es estrechísimo y está sembrado de peligros. Su tendencia descendente, su limitada credibilidad y su dificultad de acceder al voto de derecha en unas presidenciales son problemas serios. Para capturar los dilemas que enfrenta Vargas, es necesario tener estos factores en cuenta.

 

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