Sombrero de mago

Las turbulencias de Santurbán

Reinaldo Spitaletta
21 de noviembre de 2017 - 02:00 a. m.

Santos, Santurbán, Emiratos Árabes. Páramo, agua, oro. Entrega de los recursos naturales a intereses foráneos. ¿Qué pasa en un país cuando sus riquezas lo hacen más pobre y, por tener gobiernos vendepatrias, los advenedizos con dólares arrasan con ellas? En la palestra de los intereses nacionales, de las luchas populares, vuelven a estar el presente y el futuro del páramo de Santurbán, cuyas fuentes hídricas surten de agua a más de tres millones de personas.

Las multinacionales mineras amenazan con arrasar el páramo para buscar y explotar oro. Desde hace tiempos, aumentan la voracidad y los desafueros de compañías extranjeras para arrasar, en este caso, a Santurbán. Minesa, propiedad de Mubadala Development Company, de los Emiratos Árabes Unidos, aspira a implementar allí una vasta explotación aurífera, con uso de explosivos y cianuro, construcción de túneles y socavones, maquinaria pesada para mover tierras, toda una parafernalia que, según expertos, atenta contra el ecosistema del páramo de Santurbán.

Esta explotación, a la que el Gobierno le ha abierto las puertas, afectaría los acuíferos, el suelo, las fuentes hídricas; contaminaría el medio ambiente y el agua; y, claro, pondría en riesgo la vida de miles de personas de los Santanderes. La gran minería, parte de la “locomotora” santista, entraña riesgos de alta peligrosidad para el país.

Y mientras se define dónde comienza y dónde termina el páramo (la Corte, hace poco, tumbó la delimitación que había hecho a su modo el Ministerio de Ambiente), el presidente Santos ya está feriando parte de un patrimonio ambiental intocable. En su visita diplomática a los Emiratos, como han hecho muchos mandatarios desde hace años, es decir, poner la rodilla en tierra para abrir el país a la explotación extranjera, el jefe de Estado colombiano se “abrió de patas”, como dicen en la esquina.

Y por migajas y sobras se doblegó ante el príncipe árabe. Los ricachones del turbante donarán 45 millones de dólares para el “posconflicto”, al tiempo que invertirán en Minesa, de la que son los principales accionistas, la bicoca de 1.000 millones de dólares, destinados a la extracción aurífera en las “inmediaciones del páramo de Santurbán”.

Se ha dicho que, en este negocio, con cara pierde Colombia y con sello también. No habrá ganancias para el pueblo colombiano y, de contera, a los santandereanos les iría muy mal, porque correrían el peligrosísimo riesgo de quedarse sin agua. “Se va a arriesgar nuestra fábrica de agua por excelencia”, se escuchó decir a varios ambientalistas.

Los que han subido al páramo saben que es un territorio no solo de portentosa belleza, sino de una gran biodiversidad. Hay 26 lagunas, frailejones a granel, 456 variedades de plantas, 293 especies de animales. Es una fuente de agua imprescindible. Y aunque Minesa diga que no pasará nada con la explotación, los que llevan años investigando la región sí avizoran con preocupación lo que pudiera pasar.

“Minesa piensa remover, para un proyecto a 25 años, 7.000 toneladas diarias de roca, lo que equivale a siete veces lo que recibe el relleno sanitario de Bucaramanga en basuras al día. También van a utilizar 35.000 toneladas de explosivos durante toda la fase de su proyecto”, dijo en un noticiero radial Erwing Rodríguez, del comité de defensa del páramo. Así que el ecosistema se afectará.

¿Y le importa tal situación al presidente? ¿Les importó a sus antecesores? ¿Cómo se puede vender una riqueza natural de incalculable valor por un puñado de dólares? ¿O por una miserable dádiva principesca? Así no más, los mandamases van feriando al país. Lo subastan. Lo rifan. Lo “donan en usufructo”. O, como decía el poeta de la taheña barba, lo regalan.

Menos mal que estas canalladas no pasan impunemente, gracias a la movilización popular. En los Santanderes hay una conciencia de lo que implica un atentado como el de la gran minería en las inmediaciones del páramo. La resistencia civil ha respondido a las agresiones y entregas vergonzosas de los recursos naturales.

Los científicos (a los que poco o nada tiene en cuenta el Gobierno) han dicho que la delimitación del páramo busca definir “un espacio geográfico para implementar una política de recuperación, preservación, protección y conservación de la biodiversidad”, que garantice la integración de los ecosistemas. Es que se trata de la producción y regulación del agua, clave para la vida.

Los daños que pueda producir la gran minería en la zona son irreparables. Así que, como lo han hecho los santandereanos, hay que proseguir la movilización contra las medidas oficiales de promover daños medioambientales y entregar al mejor postor la riqueza nacional. Es imperioso un pacto social por el agua y por la vida.

 

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