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En respuesta al editorial del 26 de octubre de 2025, titulado “Incluir al presidente Petro en la lista Clinton es una insensatez”.
El editorial de El Espectador sobre la inclusión de Gustavo Petro en la Lista Clinton confunde soberanía con impunidad. Pretende hacer ver que las sanciones del gobierno de Estados Unidos son un agravio al país, cuando en realidad son una consecuencia lógica del comportamiento de su presidente.
No hay violación de soberanía cuando un Estado aplica su ley dentro de su territorio. La Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC) del Departamento del Tesoro tiene la facultad legal de bloquear bienes, cuentas y transacciones bajo jurisdicción estadounidense. Si Petro, su familia o sus allegados poseen activos en bancos con corresponsalía en EE. UU., es ese país quien ejerce su soberanía, no quien la invade.
Presentar las sanciones como un ataque a Colombia es una falacia emocional: el castigo no es contra la nación, sino contra el mandatario que la ha expuesto. El caudillo no es la patria.
El Espectador también incurre en otro error: afirmar que la sanción es desproporcionada porque Petro no es narcotraficante. La llamada Ley Clinton (Kingpin Act) no se limita a delitos de drogas; autoriza sancionar a toda persona que represente una amenaza a la seguridad o a la política exterior de los Estados Unidos. Así han sido incluidos Putin, Maduro, Assad, Kim Jong-un y otros jefes de Estado considerados hostiles. Petro, con su retórica incendiaria y sus alianzas dudosas, se ganó ese privilegio.
Además, el medio omite el hecho central: Petro utilizó suelo norteamericano para hacer política interna y, peor aún, para instar a la desobediencia del Ejército de ese país frente a su presidente. En derecho internacional, eso constituye una interferencia directa en los asuntos de otra nación. No se trata de persecución ideológica, sino de defensa legítima de la seguridad nacional estadounidense.
Tampoco es cierto que sancionar a Verónica Alcocer o a Nicolás Petro sea una afrenta moral. Si tienen cuentas o bienes en Estados Unidos, están sujetos a la ley de ese país; si no los tienen, no habrá bloqueo alguno. La medida no es simbólica ni familiar: es financiera.
La debilidad del argumento de El Espectador radica en que convierte la soberanía en refugio de la irresponsabilidad. Defiende la independencia, pero guarda silencio ante las decisiones de Petro que comprometen al país con dictaduras y contratos turbios con el régimen de Maduro.
Estados Unidos no está sancionando a Colombia: está protegiendo su sistema financiero de la temeridad de un presidente que confundió diplomacia con desafío.
Petro quiso dar lecciones de dignidad, pero terminó aprendiendo lo que significa el respeto a la ley.