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En respuesta al editorial del 17 de agosto de 2025, titulado “Seamos, al menos, un frente unido ante la violencia”.
Cuando ocurrió el secuestro de Ancízar López López, un hombre de 75 años en el municipio de Quimbaya, departamento del Quindío, el presidente Andrés Pastrana Arango venía de un proceso eclipsado con las FARC-EP. Las imágenes del secuestro, en las que se ve a un hombre de 76 años de edad custodiado por niños guerrilleros que no superan los 14 años —como se refleja en la foto publicada por la revista Semana, acompañada por la columna póstuma— relatan el contexto de la entrega del cadáver, acto ilustrado con la caricatura “Causas naturales” de Vladdo.
La inhumación del cuerpo, ya en el gobierno de Álvaro Uribe Vélez, nos lleva a reflexionar, veinte años después, sobre el mensaje emitido por Naciones Unidas en Bogotá el 7 de septiembre de 2005: “Condena al ELN por el secuestro y la muerte del exgobernador Ancízar López López”. Así termina la vida de un hombre que estuvo al servicio de la identidad política del Quindío y fue expresidente del Congreso: sin verdad, sin justicia, sin reparación, sin garantías de no repetición, sin reconocimiento, sin participación en la reconstrucción de los hechos, actos y consecuencias; en otras palabras, sin representación de su finita existencia.
Jamás el secuestro y la muerte en cautiverio pueden legitimarse; deben considerarse crímenes de guerra en el contexto de nuestra Nación, más aún cuando han sido perpetrados por grupos reconocidos como terroristas.
¿Puede su editorial pedir un frente unido ante la violencia cuando esta tiene un origen en el terrorismo y en la instrumentalización de civiles dentro de la contienda política? Ustedes, en el periódico más leído del país, con identidad nacional, conocen desde la raíz lo que implica un coletazo del narcotráfico. Y no por ello, el magnicidio de un periodista de la talla etnográfica de “Don Guillermo Cano ayer, hoy y siempre” (Mheo) ha cambiado el imaginario mnémico del hacer periodismo y de crear entendimiento frente a la violencia.
Necesitamos entender que Colombia no es un barco a la deriva; somos una cartografía terrígena, donde la diferencia cultural enriquece la forma de comprender nuestro conflicto histórico, geográfico y biológico. Las elecciones para el Ejecutivo y el Legislativo 2026-2030 necesitan un frente unido desde el periodismo, que ilustre los dinamismos de la violencia.
Con profundo respeto manifiesto mi personal entendimiento, y lo hago reconociendo un sesgo subjetivo, no por ello ausente de sentido crítico, frente a su editorial “Seamos, al menos, un frente unido ante la violencia”.