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En respuesta al editorial del 23 de marzo de 2025, titulado “El fuego retórico del presidente Petro ha superado lo tolerable”.
Su editorial plantea cinco situaciones con base en las cuales considera intolerables las conductas del presidente Petro y lo asemeja a un dictador. Tal vez, si se hiciera un mayor esfuerzo para intentar comprender su pensamiento y sus acciones, se replantearían sus afirmaciones.
Primero: se plantea que desafía el equilibrio de poderes. En el juego discursivo propio de los debates públicos, el presidente ha confrontado a los congresistas de oposición, pero no ha desconocido su estatus ni sus atribuciones. A su vez, ha debatido y criticado algunas decisiones de las altas cortes y ha acusado a magistrados de frenar las reformas. Él, y cualquier ciudadano, pueden debatir, cuestionar y confrontar las sentencias y los fallos, siempre y cuando los acaten. Así lo ha hecho siempre.
Segundo: se afirma que viola la ley al pedir que la Superintendencia de Salud allane bodegas si hay acaparamiento y ocultamiento de medicamentos. El presidente no tiene esas atribuciones. Sin embargo, la Superintendencia está obligada a inspeccionar, vigilar y controlar, en coordinación con otros organismos del Estado, acciones en defensa de los usuarios (Decreto 1765 de 2019). Ante la emergencia de escasez de medicamentos, ¿debe el Gobierno cruzarse de brazos? Las facultades de la Supersalud deben cumplirse, y debe solicitarse el aval de fiscales y jueces, así como el acompañamiento de las autoridades cuando se requiera. Es una forma estratégica de actuar del presidente: producir un debate para generar acciones y reacciones.
Tercero: se afirma que “sus instrucciones se asemejan a las de un dictador”. Es el estilo discursivo del presidente: debate, confronta, discute. Los dictadores ordenan, ejecutan, decretan y asesinan. Cierran medios, persiguen periodistas, crean grupos de policía política, usan las fuerzas militares para reprimir, recurren a estados de sitio permanentes, ilegalizan partidos, cierran el Congreso y clausuran las cortes. ¿Ha hecho el actual Gobierno algo de esto? No. No se asemeja a un dictador.
Cuarto: Petro deja la sensación de que es todo poderoso. Lo contrario: tiene tan poco poder que las mayorías en el Congreso obstruyen sus proyectos, la casi totalidad de alcaldes y gobernadores se le oponen, los gremios están en su contra, los medios importantes lo atacan con muy poca ecuanimidad (El Espectador, en una honrosa excepción), y las altas cortes se niegan a reunirse con el presidente.
Quinto: califica de nazis las actitudes de personas, medios y grupos que se le oponen. Es cierto. El presidente utiliza de forma arbitraria un concepto y lo convierte en un arma para descalificar. Le da un uso estratégico a la palabra para generar reacciones, sin que corresponda a la realidad.
Con excepción del quinto punto, en este editorial ha faltado esfuerzo por entender y han sobrado palabras para descalificar. Petro es un líder contrahegemónico, que apela a la gente, con una concepción de democracia radical, y actúa con base en la confrontación discursiva como estrategia.
Tal vez sea mejor comprender la realidad para luego valorarla, que emitir juicios de valor que impiden entenderla.
* Profesor investigador, Universidad del Valle (Colombia).
Por Javier Duque Daza
