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En respuesta al editorial del 29 de diciembre de 2024, titulado “La riesgosa apuesta del salario mínimo”.
Son varios los comentarios a su editorial del 29 de diciembre de 2024. Empiezo por cuestiones lingüísticas, que, bien miradas, pueden reflejar el fondo. Ha hecho carrera, principalmente entre periodistas, el horrendo adjetivo “riesgoso”, que ha llegado incluso al diccionario de la Asale con la anotación de americanismo y, aquí, convertido en sustantivo. Palabras como “peligro” o “peligroso” parecen haber sido jubiladas. Si se quiere conservar la connotación, el sustantivo adecuado sería “arriesgada apuesta”, como lo usa líneas más abajo. Mis disculpas si soy crudo.
Si por hacer un incremento del 9,54 % hubiera “encontrones” (otra palabreja) con el Banco de la República, no serían nuevos respecto a los presidentes anteriores. Por eso, la Constitución de 1991 sacó al Banco de la esfera ejecutiva; ni con los gremios, entre otros. Y, yendo más al fondo, usted saca luego el comodín de la informalidad, como lo hacen los gremios para defender sus intereses. Que ellos lo hagan, vaya y venga.
Es sabido que la informalidad en Colombia, de más del 55 % (DANE, junio de 2024), es estructural e histórica y no depende del exiguo salario mínimo del país. Depende de una economía extractivista, premoderna, de dependencia exógena y vinculada al ámbito internacional. Ya que estamos aquí, comparemos el salario del país con el de otros en América Latina (no “Latam”), claro, en dólares. Entre 20 países, incluyendo algunos centroamericanos, Colombia está en la mitad de la tabla (puesto 11) con 324 dólares en 2024. Entre los peores están Venezuela, Cuba (dos países bloqueados) y Haití (¡ay!); Brasil (228), extraño; y Argentina (272), explicable. Los mejores son Chile (504) y Uruguay (505), empatados, y Costa Rica, la mejor, con 706 dólares ($3′109.224). En opinión de algunos economistas, los empresarios colombianos (y latinoamericanos) prefieren reducir salarios en lugar de aumentar la productividad mediante innovación tecnológica; acostumbrados, como están, a imponer sus políticas a través de los gobiernos que han sido, especialmente en los últimos 30 años.
Dice usted que el presidente Petro tomó una decisión “agresiva” (¡vaya palabra para un editorial!) que, por ser cercana a los trabajadores, va, claro, contra los gremios empresariales. No hay espacio para repetir las palabras “ideológicas” de ellos, como si no lo fueran. Y usted agrega: “Lo más preocupante, sin embargo, es que sigue ubicando a los empresarios en una posición adversarial”. ¿Acaso no lo han sido, antes y ahora? También señala que el Gobierno no reconoce el aporte de ellos al país. Esto suena “ideológico”, palabreja que se puso de moda. ¿Dónde están los incentivos? Además de lo dicho sobre la innovación, están en tener trabajadores bien remunerados, que aumentan la demanda de bienes y no sacan sus ingresos del país, etc. En lo que sí estamos de acuerdo es en su frase de cierre: “Eso va mucho más allá del salario mínimo”.
* Editor y corrector profesional independiente.