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En respuesta al editorial del 2 de noviembre de 2025, titulado “Un básico de humanidad para la política, por favor”.
Bien intencionado el editorialista que escribe sobre la necesidad de un poco de humanidad para referirse a los contrincantes políticos. Sin embargo, sus buenas intenciones se desvanecen cuando intenta mostrar que en ambos lados del espectro político se cometen ligerezas y se usan formas indebidas para referirse al contrario. Aunque también es loable el intento de ecuanimidad al responsabilizar a ambos lados de tales improperios. Pero contrastar implica analizar las condiciones de comparabilidad: una cosa es señalar a alguien de ser “nazi”, “mala persona” o “esclavista”, y otra muy distinta es invitar al asesinato hipotético (el caso de la ex señorita Antioquia) o amenazar con destruir o destripar a la izquierda (en el hipotético caso de que De la Espriella sea elegido presidente).
En lo anterior, lo que está entre paréntesis es fundamental para mi argumento: tildar de nazi, esclavista o mala persona, etc., es un hecho, al menos como insulto; es un apelativo que puede constatarse o negarse, se puede demostrar o discutir y encarna un cierto grado de violencia. Pero señalar, enfáticamente en escenarios hipotéticos, que se destruiría, destriparía o asesinaría al otro no solo es una forma verbal de violencia, sino que, veladamente, se está invitando a hacer realidad el hecho que se manifiesta hipotéticamente. Y eso es algo tan significativo en Colombia como que una insinuación se entienda como una orden.
En otras palabras, ser directo al calificar un comportamiento como fascista o esclavista es el grado de humanidad que el señor periodista requiere; pero incitar a la eliminación del contrario es la perpetuación de la violencia intestina que hemos vivido en Colombia por décadas. Así que no se compara un hecho que se puede discutir (llamar a alguien fascista, sin nombrarlo), porque habría que demostrarlo, con decir que te van a destripar o a disparar porque tú, en particular, eres de izquierda. Allá se habla en abstracto de personas diversas; aquí se concreta un destinatario específico. En el primer caso se insulta, se ofende, se tilda —con certeza o falsamente—; en el segundo se amenaza, se advierte, se señala el propósito de aniquilar veladamente a alguien en particular.
Dicho esto, hay que tener en cuenta luego el contexto: en un país que legalmente no permite la pena de muerte, por derecho, no obstante, de hecho, se ha asesinado al contrario político —principalmente de izquierda— como modus operandi, como forma de zanjar las diferencias políticas.
El texto y el contexto son fuentes del análisis periodístico, mientras que las condiciones de comparabilidad temperan y le dan alcance al análisis. Así que humanicemos la pugna: démosle sentido al debate político con hechos y pruebas y dejemos de jugar el juego hipócrita de insinuar que seguimos siendo un país que se asesina por diferencias políticas.