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El antieditorial del antieditorial

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Antieditorial
05 de mayo de 2014 - 02:29 a. m.
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El 28 de abril, El Espectador publicó el antieditorial: “Revocatoria de las Cortes: ¿un asunto de carpintería?”, suscrito por un tal Roy Barreras. Si se trata de un homónimo del senador, no estoy de acuerdo con el contenido de la columna de opinión. Si el autor del escrito es el parlamentario, no estoy de acuerdo ni con el contenido ni con la forma.

Don Fidel: cuando usted publicó: “¿Y si lo hacemos juntos?”, sobre la orquesta sin director, nos llenó de ilusiones a aquellos miles de lectores que hace mucho o poco nos atenemos a esa ventolera temporal, que comienza cuando enviamos un comentario al periódico y termina cuando, transcurridos varios muchos días de incertidumbre, se desgaja nuestro espíritu al confirmar que no ha sido publicado.

Ilusión reiterada por el señor Bernardo Congote, quien como representante imprevisto y genuino de los lectores pasivos, calificó a ese nuevo aire, como una “estrategia participativa innovadora”.

Acá entre nos, como quiera que yo estoy casi seguro de que se trata de nuestro Roy, pues, la verdad, lo invito a que retomen, junto con su Redacción al Desnudo, la espléndida iniciativa de crear un espacio para que los lectores de verdad, los que siempre hemos querido participar en su sección de opinión, podamos participar, sin ese tipo de palancas o influencias, que de por sí, rompen el esquema que con todo ímpetu los “ojos cansados de esperar”, hemos añorado.

Ya sobre el tema, Honorable senador, me permito discrepar: no se trata de un golpe de Estado, digámoslo en un tono menos candente y más democrático: un golpe de opinión (en caso de concretarse).

Y sí. No es solamente el pensamiento editorial de los dos periódicos más leídos en el país. Es el querer de la opinión pública en general. La revocatoria de las cortes es un paliativo menor. El actual Estado colombiano ha sido cooptado por un superpoder arbitrario, injusto y caprichoso, que maneja a su antojo a los poderes ejecutivo, legislativo y judicial; un poder administrativo que se creó para controlar en Derecho y en Justicia y, luego de 23 años, mutó en un monstruo que nos está tragando de a pocos. La ingobernabilidad que aqueja actualmente a Colombia se origina en el caso patético de la Procuraduría General de la Nación. Ejemplifica la ingobernabilidad vivida en este país, la institución regentada por el fundamentalismo religioso, que adopta decisiones inoportunas que desdicen del funcionamiento y del desempeño del sistema político, en una relación estrecha con la ilegitimidad, por cuanto no logra consensos mínimos con los representantes de los actores políticos de oposición, que enseña su incapacidad para controlar y procesar situaciones conflictivas sin aceptar el disenso, y en muchas, como es el caso del ex parlamentario por Boyacá, Ciro Ramírez, en el que la institución denominada Procuraduría General de la Nación, resuelve a su acomodo la situación jurídica del congresista, absolviéndolo, mientras por los mismos hechos y con las mismas pruebas, la Fiscalía, primero, y luego la Corte Suprema, lo condenan a pagar varios años de cárcel.

Sí, Honorable senador. Colombia reclama una Asamblea Nacional Constituyente, en la que el poder soberano del pueblo establezca, como norma primaria y fundamental, que ninguno de los actuales parlamentarios pueda intervenir como delegatario de esa asamblea, para asegurar la legitimidad, la democracia y la transparencia del proceso.

Gracias, Don Fidel: mis ojos descansan.

 

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