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En respuesta al editorial del 21 de enero de 2024, titulado “El abandono del Invima produce incertidumbre”.
Damos respuesta al editorial porque, como organizaciones de personas viviendo con VIH y como padres, madres y abuelas de niños con VIH, rechazamos que una realidad dramática, el desabastecimiento de antirretrovirales pediátricos, sea utilizada con intenciones políticas. No tenemos ninguna duda sobre que el Invima necesita un director en propiedad y que no hay ninguna excusa válida para que, en casi 18 meses, el Gobierno no haya conseguido nombrar a alguien. Lo que rechazamos es que el desabastecimiento de antirretrovirales (ARV) pediátricos, que es un problema estructural del mercado farmacéutico, se atribuya al represamiento de trámites en el Invima. Ningún trámite pendiente en el Invima va a resolverlo.
No hay suficientes ARV pediátricos en Colombia ni en el mundo por una razón: los niños con VIH en el mundo son, felizmente, muy poquitos. No representan un mercado atractivo para nadie. La industria farmacéutica, en especial la que se ocupa de los ARV, ha demostrado que no es de beneficencia y que su interés no son los pacientes ni la salud pública. Negocios son negocios. Los países que han puesto su fe en el mercado, en los que la oferta de medicamentos está totalmente en manos del sector privado, sufren permanentemente de escasez y desabastecimiento. En VIH, los países que han dado al Estado un papel de rectoría y direccionamiento de la producción de medicamentos, los que tienen programas nacionales o producción pública como Brasil, han conseguido minimizar estos problemas.
Atribuir el desabastecimiento de ARV pediátricos a los trámites del Invima desvía la atención que merece el problema e impulsa a quienes han querido enviar el mensaje de que se trata de trámites represados y que tanto el Ministerio de Salud como el Invima son los que han generado estas crisis para abrirle paso a la reforma. Es la utilización política de un problema estructural. Revuelve el estómago el oportunismo de Afidro y de algunas asociaciones de pacientes, generosamente financiadas por los grandes laboratorios multinacionales que, en este y otros escenarios, sugieren que el problema del Invima es la demora en la aprobación de los productos nuevos, de los que no han llegado al mercado, de los que ya aprobó la FDA o la EMA y que la comisión revisora del Invima se demora en aprobar o se empeña en rechazar, como las vacunas bivalentes de COVID-19 y los productos novedosos para cáncer, trasplantes y enfermedades autoinmunes: los productos caros.
Hace años que las personas viviendo con VIH y las organizaciones que trabajan por el acceso equitativo a los medicamentos denunciamos los problemas de escasez, de cambios en los esquemas de tratamiento, de entregas incompletas, de autorizaciones y autorizaciones, en el marco de la maraña de contratos de este sistema de salud basado en el mercado, la oferta y la demanda. Nos gustaría mucho más un sistema de salud que pusiera primero las necesidades de los pacientes y la salud pública.