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En respuesta al editorial del 02 de junio de 2025, titulado “La crisis de la educación y sus respuestas”.
Apoyándome en el editorial, haré los comentarios que considero contrarios a lo planteado. “Colombia parece estar despertando a la realidad del mercado laboral moderno”. Es cierto que la tendencia educativa ha cambiado drásticamente, pero esta realidad mundial no es del todo aplicable a nuestro contexto local. En efecto, la modernización y automatización de los países “desarrollados” supera claramente a la nuestra. Por eso, quizás con equipos especializados y controlados por inteligencia artificial, pueda construirse una línea de metro en Londres, donde el suelo es más complejo que el de Bogotá. ¿Contamos acá con eso? No. Por lo tanto, requerimos de profesionales.
La educación no debe ser para “garantizar mejores ingresos y mayor reputación”, sino para contribuir positivamente al desarrollo del país. Todo lo contrario a lo planteado ocurre: las universidades sí “están muy preocupadas por la reducción en el número de estudiantes que se matriculan en pregrado”. Y he aquí el punto: las instituciones educativas —todas, en general— se han convertido en negocios y no en centros de formación. Hoy, mantener cifras financieras en negro prima sobre lo académico. Observemos un poco la realidad y preguntemos: ¿cuántas patentes tenemos por cada doctor vinculado a una universidad? ¿Qué soluciones efectivas a los problemas nacionales, generadas desde la academia, se han llevado realmente a cabo? Las respuestas son frustrantes. La realidad es que hemos formado personas para ser empleados, no para ser generadores de soluciones. Y, con la mezquindad que existe en el sector empresarial, no es atractivo ser profesional.
“La bomba demográfica de un país que envejece y tiene cada vez menos hijos, la pregunta de por qué los jóvenes no se sienten atraídos por la universidad se vuelve urgente”. Esto no es más que un refuerzo de lo ya planteado: que la formación universitaria tiene como fin la generación de riqueza individual y, por eso, se enfoca exclusivamente en los jóvenes. Pero ¿y la población de mediana edad, adulta o adulta mayor? ¿No tiene cabida en la formación universitaria? Enfocar todo hacia los recién egresados del colegio ha sido lo habitual, y este paradigma sí debería cambiarse.
La formación técnica y tecnológica es fundamental. Es lógico que “la educación técnica en Colombia haya sido vista como la última opción a la hora de profesionalizarse”, simplemente porque los ingresos son bajos y el prestigio, escaso. Esto refuerza el enfoque perverso que se ha vendido sobre el propósito de educarse. Es muy triste ver cómo los estudiantes de colegio en la ruralidad sueñan con ir a Bogotá a sufrir penurias mientras estudian una “carrera de verdad” en la nocturna.
“Por eso necesitamos una reforma educativa que le dé a la educación técnica y tecnológica su lugar, así como procesos en centros educativos y en familias que cambien la conversación en torno a cómo se ve la trayectoria profesional moderna”. Esta conclusión es clara: hay que generar una educación pertinente, a costos accesibles y con profesores que, más allá de lograr una titulación y buenos ingresos, se preocupen por el impacto transformador de un pueblo educado.