En respuesta al editorial del 11 de diciembre de 2020, titulado “El papa y los populistas”.
Llama la atención que el papa use precisamente un discurso populista para atacar o contradecir el populismo.
Las propuestas planteadas en la encíclica Fratelli Tutti son muestra de un populismo socialista camuflado en cristianismo y abnegación, donde se ataca la propiedad privada con miras a compartir con los demás, cuando la misma Iglesia católica, como organización, no contribuye a solucionar los problemas sociales, sino que acapara cada vez más dinero. Claro, se hacen obras, pero con dinero aportado por otras personas a través de fundaciones.
Es claro que el planeta debe ser cuidado y debemos tomar más conciencia de cómo lo estamos afectando, pero el planteamiento del papa es sencillamente infundir una especie de miedo con miras al establecimiento de un nuevo orden mundial donde él se postula como candidato a ser el líder político y espiritual.
Ser cristiano no se trata de hablar o alardear de ser allegado a los que tienen necesidades, o de imperar a los demás a suplirlas. Si a esto nos vamos, entonces él como líder mundial de la Iglesia no ha dado el mejor ejemplo.
No es sencillo compaginar cuando alguien habla así contra el populismo y por otro lado quiere reunirse con los grandes empresarios del mundo para entablar un supuesto pacto humanitario por un mundo más equitativo y buscando igualdad, pero sería más bien una igualdad donde todos somos igual de necesitados o dependientes del supergobierno, mientras unos pocos tienen excesivamente, es decir, eliminar la clase media.
También en su encíclica habla sobre restringir o controlar los grupos que incitan a la “violencia verbal” por medios electrónicos, algo que parece más un ataque a la libertad de expresión y, en su momento, a la libertad de prensa, contra los que llegaran a ser detractores de sus propuestas o su idealismo del mundo. Esto mismo es lo que ocurre actualmente en Venezuela, para no ir lejos, donde con excusas de control se restringieron las libertades, lo cual conllevó a la dictadura que hoy se vive.
Hablar de romper fronteras y permitir la migración sin control es un gran punto de populismo, donde se supone que todos en el mundo tendríamos derecho de ir a donde nos plazca sin que los líderes de cada país puedan o deban intervenir en ello. Esto, lejos de ser un punto de unidad y fraternidad, sería meramente un descontrol de la población mundial que redundaría en el caos y la caída económica mundial.
Todo en sus discursos suena tan bien y sus palabras están tan bien seleccionadas, que inicialmente uno podría pensar que tiene toda la razón. Pero un análisis más profundo puede llevar a entender completamente lo contrario. Basta con mirar que no todos los sectores católicos están de acuerdo con él en sus planteamientos.
Parece que el populismo es malo si viene instigado por alguien que no sea el mismo papa. Nada más populista que los discursos de Francisco.