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En respuesta al editorial del 5 de octubre de 2021, titulado “Así toque repetirlo: la educación presencial es vital”.
Sí, la socialización es importante en niños y adolescentes, y el acompañamiento presencial por parte de los docentes también lo es, pero el afirmar que la educación presencial es la única forma en que los estudiantes estarán felices y seguros es ignorar una problemática real que se presenta en casi todos si no es que en todos los colegios del país: el matoneo (bullying) que sufren algunos jóvenes por parte de sus compañeros y hasta de sus profesores.
Estos estudiantes, gracias a la pandemia, han podido tomar un respiro de los ataques, la agresión y la humillación que sufrían cuando asistían presencialmente. Por supuesto, esto no debería ser así y no es culpa de los jóvenes el preferir la comodidad y seguridad de sus hogares a volver adonde son tan infelices; es única y exclusivamente culpa del sistema educativo tan decadente de este país, en donde los docentes no son capacitados correctamente para manejar este tipo de situaciones y, en vez de educarse en estos temas, prefieren desviar la mirada y permitir el abuso.
Así ha sido siempre, ignorando históricamente el matoneo hacia jóvenes LGBT, que causa muchas veces problemas como la depresión y la ansiedad, que pueden agudizarse y llegar a un caso de suicidio como el de Sergio Urrego, el estudiante del Gimnasio Castillo Campestre que se suicidó por los actos de discriminación que sufrió por parte de las directivas del mismo plantel educativo y de sus compañeros.
Así mismo, esto también se evidencia en muchos casos en que niñas y adolescentes se ven expuestas a chantajes propiciados por sus compañeros, amenazándolas con exponer imágenes de su cuerpo e intimidad, y las instituciones educativas no tienen la firmeza ni los recursos para atacar la problemática.
Teniendo esto sobre la mesa, antes de hablar de volver totalmente a la presencialidad y exponer estudios que afirman sus beneficios y demás, creo que hay que escuchar a las minorías, a esos estudiantes que sufren en silencio en los colegios del país. Hay que de verdad cuestionar las situaciones deplorables que dichos jóvenes sufren y la manera correcta de implementar acciones en pro de solucionar estas problemáticas, porque no es justo que sufran en silencio, ni tampoco es justo que sus vidas y sueños se vean apagados por la negligencia del sistema educativo.
Así que la real atención debe ir enfocada en esa situación, no en si deberían volver o no a la presencialidad, o en afirmar que volver es lo mas benéfico para los jóvenes sin antes escuchar a esta minoría de estudiantes y sus realidades. Tratar de brindarles soluciones y acompañamiento de la mejor manera es lo justo, es lo que se merecen: ser escuchados, acompañados y protegidos, porque el sistema que se supone que debe protegerlos no lo hace y eso tiene que parar.
Por Jeremy Santiago Nieto
