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La pesca, los anzuelos y la ética

Sergio Rosas Romero
06 de junio de 2022 - 05:00 a. m.

En respuesta al editorial del 7 de mayo de 2022, titulado “El error de prohibir la pesca deportiva”.

El diario El Espectador es quizás el único periódico de alcance nacional que ha defendido, en las últimas décadas, valores liberales o progresistas. Brilla por su defensa de los derechos humanos en un país marcado por gobiernos indiferentes o criminales, pero deja de hacerlo cuando se trata de informar y opinar sobre los derechos de los animales, tal como se puede leer en el editorial del 7 de mayo.

Resumo la cuestión. La Corte Constitucional determinó que la pesca deportiva podía considerarse como maltrato animal y que debía prohibirse. En el texto, el periódico sostiene —y estos argumentos también se pueden pescar en el artículo del periodista Sergio Silva N., del 12 de mayo— que hay tres razones para considerarlo un error. Primero, una económica: cientos de familias viven de esa pesca. Segundo, otra ecológica: es una actividad que protege ecosistemas. Y, finalmente, otra con respecto a la “autonomía personal”. Quisiera revisarlas desde una mirada crítica, o animalista y vegana, para el caso.

Comienzo por lo de la “autonomía”. El editorial se pregunta cuál es el problema de pescar si se realiza “sin hacer daño” y qué pasará con los que toda la vida han pescado. En cuanto al daño, no importa la sofisticación del anzuelo y que el pez se devuelva al agua vivo. ¿Acaso no es maltrato sacar a un pez del agua y que se asfixie y retuerza mientras tiene en la boca un anzuelo que lo aprisiona? Sobre la preocupación por los pescadores, la respuesta es sencilla: si venían pescando hace años, ahora tendrán que parar. La tradición o cultura no es un argumento si se maltrata a un ser vivo, por más Homo sapiens que seamos.

Sobre el argumento de la protección del ecosistema —porque hace control de especies, promueve ríos y lagos más limpios, etc.—, creo que El Espectador carece de muchísima inventiva para llegar a insinuar que la única o mejor forma de hacerlo es pescando. ¿Qué tal más zonas protegidas? ¿Más trabajadores ambientales y conservacionistas?

Por último, no creo que el maltrato de un animal justifique una actividad socioeconómica. Este diario, más que ningún otro en Colombia, sabe perfectamente que muchas comunidades rurales han tenido que sobrevivir a partir de una sola actividad económica usualmente poco remunerada por culpa de la ausencia histórica del Estado. ¿No hay más pesca? Pues que este Gobierno y el siguiente trabajen para diversificar la economía de dichas comunidades en los próximos años.

Para cerrar, y sé que en Colombia esto es incómodo de señalar pues como sociedad tenemos el anzuelo cárnico y su industria de la muerte muy hondamente clavado en la boca, el gran error de su análisis es dejar por fuera el argumento ético. En otras palabras: deberíamos aprovechar el fallo de la Corte para usar toda nuestra imaginación, ingenio y voluntad política para evitar que más animales sufran por la pesca deportiva y que, con ello, luego nos demos cuenta de que eso aplica para la pesca industrial, la ganadería y otras actividades que degradan a los animales y, por tanto, a nosotros mismos.

Por Sergio Rosas Romero

 

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