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En respuesta al editorial del 30 de marzo de 2022, titulado “Estigmatizar al contrario no es democrático”.
En épocas cercanas a las elecciones presidenciales siempre se caldean los ánimos en el país. La imparcialidad y la objetividad son más difíciles de alcanzar que de costumbre, sobre todo en la esfera digital. Las figuras públicas con gran poder de influencia, desafortunadamente, tienen un historial extenso de desaciertos en sus redes sociales. Es en estos momentos cuando salen las preguntas y los cuestionamientos: ¿hasta dónde una opinión es permitida bajo el amparo de la libertad de expresión, cuyos límites de por sí ya constituyen un debate extenso?
Más allá de un veredicto sobre las acusaciones de Gustavo Petro, es pertinente analizar el impacto de sus palabras en el público y las instituciones, que están abordando el tema desde dos puntos de vista muy diferentes. Es entendible que Petro genere preocupación entre aquellos que ejercen el periodismo, pues su proceder demuestra una actitud agresiva e intolerante ante las críticas, algo nefasto para una democracia. Por otro lado, tenemos a RCN y a David Ghitis, que están alineados con la derecha y son férreos opositores del candidato presidencial. El hecho de que expresen sus desacuerdos no supone ningún problema en sí. No obstante, tanto el medio como el periodista en cuestión llevan años utilizando métodos cuestionables en su ejercicio periodístico, que no los exonera de la animosidad que se demostró en redes sociales ante este hecho. ¿Acaso el fin justifica los medios? Este cuestionamiento va tanto para el candidato presidencial como para todo aquel que participe de este debate.
Desde la llegada al poder del uribismo, el país ha sido testigo de cómo este medio y sus miembros han hecho una campaña exhaustiva de desprestigio y estigmatización a diversos grupos sociales. Por estas razones se ha visto un respaldo hacia Petro y un ataque a quienes defendieron a RCN y a Ghitis, como la FLIP. Es contradictorio que se busque proteger a medios y personas que constante y sistemáticamente han señalado y perseguido a grupos como la autodenominada Primera Línea, que, según ellos, parecen tener la culpa de cualquier acto vandálico que acontece, aunque ya se haya demostrado que dichos actos tengan otros autores, por poner un ejemplo no más. Esta incoherencia ha causado una fuerte reacción en el público, el cual ve incoherencia en que los reclamos de ecuanimidad sean solo para uno de los implicados en el malentendido. Exigirle a Petro que sea consecuente con sus pronunciamientos debe ir a la par con la misma exigencia para Ghitis y RCN, que también son tendenciosos y parecieran buscar más la desinformación que formar una opinión crítica y veraz en su audiencia frente a sus posturas políticas.
Es probable que todo haya sido simplemente una terrible elección de palabras, pero no se puede tapar el sol con un dedo y fingir que no hay un acercamiento a ideas históricamente extremistas que tanto daño nos han causado antes. Es un fenómeno mundial y deberíamos hablar de ello antes de que nos estalle una dictadura en la cara otra vez.