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Ser diferente en las Fuerzas Armadas del Estado

Jaime Gómez Nieto
18 de abril de 2022 - 05:00 a. m.

En respuesta al editorial del 2 de abril de 2022, titulado “El problema del Ejército con la religión”.

Citando el final del editorial publicado por El Espectador el sábado 2 de abril de 2022: “La espiritualidad va mucho más allá de una misa”. Es compleja la situación en la que se da la relación de numerosos colombianos frente a diferentes estamentos institucionales de la nación. Dichos estamentos están marcados por una soberbia tradición de imponer la religión dominante, que es con la que el Estado se fortalece, como es el caso de la religión católica. Se trata de una religión implantada desde la llegada de los españoles al continente americano y a Colombia. Una religión con la que se han identificado desde un comienzo los partidos tradicionales, las respectivas instituciones y los diferentes gobiernos.

En Colombia no se respetan las creencias ni la forma de pensar. Hay una clasificación criolla irrespetuosa que incrimina psicológicamente a todos aquellos que no son como lo exige el statu quo. Una discriminación que cae en la ramplonería, la arbitrariedad, la ignorancia y la agresividad, en otras palabras, en anular al otro.

Esto quiere decir que el Ejército Nacional de Colombia es represivo, insultante y abominable en el trato con los suyos. Si se portan así con los suyos, ¿qué puede esperar la sociedad civil de su trato? Labores como lavar la loza, cortar pasto, limpiar vidrios, entre otras, son implementadas como castigos afeminados para un soldado porque se supone que no están a la altura de un hombre que tiene los cojones de empuñar un arma para proteger la patria. Sería reeducador que uno de estos capitanes, coroneles, sargentos y hasta generales le dijera a un soldado: “Se va a la biblioteca a leer un libro, a entrenar en algún deporte o a especializarse en algún campo de enfermería”. Pero no, es el típico comentario: “Hable como un hombre”.

Los militares colombianos no es que hablen con gran cultura o sean estudiados o hablen idiomas; rayan en la incultura, ignorancia, patanería y grosería. De eso es muy poco lo que se salva. La salud mental de estos militares es de cuidado. A muchos en Colombia, en lo personal, no les agrada la religión católica: ha sido una religión represiva e irrespetuosa, es la imposición de leyes de hombres hacia otros hombres. ¿Por qué un soldado tiene que obedecer e ir a una misa con la cual no se identifica en nada?

Es importante replantear el trato, la comunicación, el respeto, porque todo el que no está de acuerdo con lo asignado es señalado de “mariquita”. Pero estos militares de alto rango, como no tienen nada intelectual en sus cabezas, solo conocen la palabra para hacer quedar mal al otro denigrándolo. En últimas, el problema no es esa religión: es humillar, hacer sentir mal psicológicamente hasta terminar peor que un perro, obedeciendo.

Los militares de alto rango de Colombia deben ser capacitados y reeducados: están trabajando con seres humanos. Dios es algo diferente que no encaja allí. Se solicitan disculpas públicas para este soldado y para los que no tienen las mismas costumbres ni creencias.

Por Jaime Gómez Nieto

 

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