En respuesta al editorial del 19 de enero de 2024, titulado “Cambio en la Nueva EPS”.
Conozco el sistema de salud desde hace 30 años y he trabajado en varios eslabones de la cadena del sector privado: hospitales, EPS y medicamentos, así como en el sector público, como viceministro de Salud y ministro (e) durante tres meses.
Es muy simple mi comentario: el tono de no compartir el catastrofismo le resta fuerza al resto del excelente editorial. Lo hace principalmente porque, un par de frases más adelante, dice que lo clave es que se respete el gobierno corporativo.
Pues bien, la intención estatutaria en su origen (año 2008) de darles a los privados el 50 + 1 de las acciones buscaba precisamente que el gobierno corporativo fuera blindado accionariamente para evitar la tentación de los gobiernos de turno de imponer presidente de su línea política. Varios gobiernos intentaron cambiar al doctor José Fernando Cardona, pero los estatutos y su adecuada, transparente y eficiente gestión impidieron el cambio.
En primer lugar, nombrar en la junta de la Nueva EPS a un viceministro de Salud es el equivalente a nombrar en la Junta del Banco de la República a un viceministro de Hacienda o en la Junta de Ecopetrol a un viceministro de Minas y Energía: le resta independencia al funcionario que hace la política pública y por definición genera conflictos de intereses. Acá se rompió la independencia del gobierno corporativo que venía funcionando desde su creación.
En segundo lugar, nombrar en la Junta Directiva de la Nueva EPS al viceministro que está tramitando una polémica reforma en el Congreso, que busca acabar con las EPS, es cuando menos una muestra de arrogancia y sobre todo un despropósito de gobierno corporativo.
En tercer lugar y más grave aún, considero un eufemismo decir que ha habido prácticas hostiles y eso también debería decirse con exactitud, pues lo que hubo fueron acciones de presión y amenazas, algunas tácitas y en privado, pero otras públicas y explícitas (la intervención de Famisanar y de Comfenalco Antioquia) que llevaron a las cajas, accionistas mayoritarios, a aceptar la presión y ceder el control. Quien realizó parte de esas acciones es el hoy suspendido exsuperintendente de Subsidio Familiar.
Por lo tanto, el de Aldo Cadena sí es un nombramiento que genera gran pesimismo y angustia en quienes creemos en el sistema. El mismo editorial dice que hay tachas preocupantes en el historial del señor Cadena.
Entiendo la importancia de ser equilibrados en el editorial, pero una frase más sutil hubiera sido suficiente, por ejemplo: “Si bien hay preocupaciones, antes de hacer un juicio de valor, creemos [ustedes en El Espectador] que hay que darle un tiempo prudente al nuevo presidente para demostrar su talante y confirmar que el cambio es un acierto”.
Tal vez lo digo porque yo soy uno de los pesimistas y está “jugadita” no solo pone en jaque mate el sistema de salud, sino que introduce por derecha una reforma de facto, cuya aprobación y expedición es facultad del Gobierno Nacional.
No tengo ninguna intención distinta a desahogarme y hacer esta observación con el ánimo de invitarlos a mantener el equilibrio, pero sin perder la capacidad de llamar las cosas por su nombre.
Esta crisis del sistema de salud está siendo y será progresivamente una tragedia para miles de colombianos y sus familias y, al final, para los más de 50 millones de ciudadanos de este país.