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En respuesta al editorial del 21 de febrero de 2022, titulado “Ya es hora del aborto libre en Colombia”
No desconozco que, a pesar de la majestad de la Corte Constitucional, su origen político supone la incorporación de objetivos partidistas en el estudio de los casos sometidos a su examen. Por ello no me extraña que se pretenda señalar, desde fuera, la dirección que deberían tener las sentencias que todos debemos acoger.
Pero manifiesto mi desacuerdo con su editorial “Ya es hora del aborto libre en Colombia” por cuanto, a mi juicio, se parte de un supuesto equívoco.
La autonomía que se pregona para las mujeres y el poder de decidir sobre su cuerpo es falaz, porque se debería predicar de la actividad anterior, la causante del embarazo. ¿Las mujeres no reclaman dicha autonomía para no embarazarse, con el uso de todos los medios conocidos para el efecto? Para no hablar, por supuesto, de una sexualidad responsable y compartida en la pareja, estable o fugaz, tema en el cual sí deberíamos avanzar.
Obviados los tres casos en que evidentemente se justifica el aborto, tema ya fallado por la Corte en 2006, me pregunto si hay mujeres que aún desconozcan las consecuencias probables cuando se tienen relaciones sexuales.
Porque quienes más enarbolan esta bandera son mujeres, mas no adolescentes, para las cuales su poder de decisión les permitiría acudir a los métodos anticonceptivos ampliamente conocidos, incluido el muy elemental de exigir a su compañero el mínimo de responsabilidad en el asunto.
Se reportan los lamentables efectos en la salud pública de las prácticas clandestinas de los abortos (respaldados incluso con “llamativos” anuncios en primerísima página de su edición dominical, publicidad pagada, por supuesto) como la justificación ideal para promover la legalización del aborto, en cualquier caso. Esto es tomar las consecuencias de un acto en el cual se esperaría responsabilidad de las parejas como la causa de los problemas gravísimos que afrontamos.
Se tiene, creo, conciencia de los embarazos no deseados aún antes de llegar a aquella expresión de amor que supone una relación de pareja. Pero si este no existiera en realidad, cuando la relación ha sido consentida —es decir, no correspondiente a violación—, ¿cuáles son las razones que conducen a una terrible decisión como la que está en discusión?
Por encima de la autonomía femenina y el hacer lo que les plazca con “su” cuerpo, sospecho que son otras las razones. Por ejemplo, la desesperanza acerca del futuro que viviría el hijo en un país donde los derechos de los niños se esgrimen diariamente en discursos hipócritas, pero en el cual el derecho a tener educación preescolar de tres años duerme en el texto de alguna ley que la realidad no respalda. El alto desempleo de las mujeres (y de los hombres, claro), que imposibilita ofrecerle una vida digna sería otra.
Así que creo que lo que debemos atacar no es la fiebre, sino la enfermedad. Garanticemos, para todos, condiciones de trabajo, educación, vivienda y recreación que hagan que tener un hijo sea la natural consecuencia de vivir en un país que vela por sus ciudadanos.