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Blogs y libertad de expresión

Cartas de los lectores
16 de junio de 2020 - 05:01 a. m.

No sabía a quién dirigir las preguntas sobre libertad de expresión que me generaron tres publicaciones en un blog de El Espectador. Lo que sí tengo claro es que me niego a tener como interlocutor a quien las escribió, pues falta a la verdad en múltiples ocasiones y recurre a la amenaza como recurso para compensar la carencia de argumentos. Es por esto que evito escribirle a quien difama desde este espacio de opinión.

Con el fin de ser transparente debo decir que esta carta fue motivada por la difamación a la que se vio sujeta Juliana Uribe, colega diplomática a quien admiro, quiero y respeto profundamente. Así, en ese orden. Sin embargo, haré un esfuerzo por despersonalizar la discusión y paso a presentar mis preguntas: ¿es la libertad de expresión de quien tiene acceso a un blog un derecho absoluto que puede ir en contravía del derecho a la dignidad y buen nombre de quien es atacado en dicho espacio? ¿Es esta libertad un amparo suficiente para amenazar a alguien? ¿Cómo se evita la censura --indeseable siempre-- a la vez que se hace la revisión responsable de los contenidos que se publican en un medio? ¿Cómo se recupera el honor de una persona --excelente funcionaria pública-- que se ha visto sometida al escarnio producto de las mentiras proferidas en virtud de la libertad de expresión?

¿Cuáles fueron los motivos --si es que los hubo-- para subordinar el derecho al buen nombre de Juliana Uribe a la libertad ilimitada de quien escribe para un blog de su periódico? ¿Cuántas calumnias son aceptables antes de optar por no publicarlas? ¿Cuándo se debe optar por silenciar una opinión que es ajena a la verdad? ¿Es la sección “Mi opinión” un espacio vetado para la revisión de los contenidos que allí se alojan?

Aquí vale la pena reiterar lo que planteé más arriba: quien difama tiene acceso a una plataforma pública desde la cual enunciar lo que le viene en gana (lo ha hecho tres veces en menos de una semana) y quien es acusada no ha contado con la posibilidad de que rectifiquen información falsa que sobre ella es publicada. Ni siquiera el hecho de que hagan analogías sobre pederastia, alusiones infundadas sobre acoso y corrupción, o publique datos inexactos acerca de su trayectoria pública, han sido factores para que desde El Espectador se revise la ilimitada libertad de expresión.

Esto está lejos de ser una apología a la censura pues reconozco que la diversidad de voces nos enriquece como sociedad. Mis preguntas son una invitación a conocer las discusiones éticas que motivan las publicaciones de su periódico. Es una carta que surge de un caso específico que estoy segura, está lejos de ser único, y a su vez, es la forma más pública que encontré para decirle a Juliana, mi colega y amiga, que cuenta con mi admiración y respaldo.

María Claudia Vélez.

Respuesta del director: El tema que plantea es muy válido y objeto de discusión permanente frente a este y en general a casi todos los derechos que entran en conflicto con otros. Frente a la pregunta concreta, no, la libertad de expresión no es ilimitada, aunque sí amplísima y sujeta de especial protección en un ambiente democrático. En particular el derecho al buen nombre está protegido por la ley; hay que demostrar que se violó ese derecho, por supuesto, pero la ley lo protege. Y por supuesto que tampoco la amenaza comprobada es aceptada por la ley como un ejercicio de libertad de expresión. ¿Es plena la libertad de un bloguero para publicar en un periódico? Sí, es de la esencia de los blogs esa plena libertad, y el límite lo tiene la ley, y la justicia como garante de la misma. El blog es alimentado directamente por los autores, ni siquiera tiene lectura previa de nuestra parte, son espacios en los que no somos sino medio de distribución. Esa es la esencia de los blogs. Ellos alimentan directamente sus blogs y no existe ninguna actividad de control editorial previo sobre sus contenidos. Sobre la imposibilidad de la vicecónsul de defenderse de información falsa o inexacta, no lo ha intentado. Envió, sí, una solicitud de rectificación, pero sin información o argumento diferente de este mismo punto sobre los límites de la libertad de expresión, que le fue respondida.

Envíe sus cartas a lector@elespectador.com.

 

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