Una nación equilibrada
A propósito del editorial del 14 de septiembre, titulado “Inquieta la hostilidad del presidente con el poder local”. Colombia no ha sido construida en la diferencia. Así, por ejemplo, si desde 1851 (con la Ley 2: abolición de la esclavitud) se hubiese aplicado la Ley 1482 de 2011 —que establece que “quien promueva o instigue comportamientos orientados a causar daño físico o moral a una persona por razón de su ideología incurrirá en prisión de 12 a 36 meses”—, habríamos sido abocados a convertirnos en una nación con casi todos los conservadores y sacerdotes en prisión. Es decir, una nación igual de desequilibradamente insana como la que hemos tenido durante los últimos dos siglos, debido a la eliminación —planeada o espontánea— de liberales progresistas por parte de una mayoría conservadora.
Toda sociedad necesita imperativamente paridad entre derecha e izquierda, tanto en la gobernanza como en la libre expresión. Es decir: homeostasis social, ese equilibrio que compensa las ideologías que sustentan el bipartidismo. Desde los animales migratorios —con el “dilema explotación/exploración” entre sus individuos— hasta nuestra propia especie (cazadores-recolectores durante el 99 % de nuestra historia), las sociedades tienden a dividirse en tendencias. Máxime cuando toda ideología —incluidas las religiosas y, por supuesto, las de derecha e izquierda— es, en gran parte, falsa o inaplicable en muchos de sus postulados.
Por tanto, lo que como colombianos tenemos y debemos hacer es construir nación desde la diferencia, la complementariedad y la colaboración entre los opuestos.
William Álvarez Gaviria
Ni representantes ni voceros
En respuesta al editorial del 14 de septiembre. En Colombia no existe algo similar a una relación formal entre las ciudades y países extranjeros. No hay representación de Cali o Medellín en Estados Unidos ni en ningún otro país. Nunca ha venido el alcalde de Chicago a tratar temas de política internacional con el gobierno colombiano.
Las relaciones internacionales se manejan a nivel de Estado. Son los embajadores quienes representan al país ante las autoridades locales de otro Estado, y es el embajador de Colombia en Washington quien ha estado al frente de las gestiones relacionadas con la certificación en la lucha contra las drogas.
En su visita a Washington, los alcaldes de Cali y Medellín no actuaron en nombre del Estado, ni defendiendo los intereses de Colombia, ni en calidad de emisarios del gobierno. Lo hicieron en nombre de sus gobiernos locales, como representantes de la oposición política, evidentemente excediendo sus funciones y actuando fuera de su jurisdicción.
El propósito de esta extralimitación no es colaborar con el gobierno. No forman un equipo con la embajada, ni representan la voz de los intereses de Colombia. Representan únicamente sus propios intereses, y no contribuyen en nada a las gestiones para lograr la certificación. En ese sentido, la opinión pública debería centrarse en rechazar la visita de los alcaldes, en lugar de criticar al gobierno por desautorizarlos o reducir la situación a un simple enfrentamiento de egos, como sugiere el editorial de hoy.
Germán Rodríguez
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