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Diplomacia no es diagnóstico: Colombia ante EE. UU. y China

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22 de diciembre de 2025 - 05:00 a. m.
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En su columna de opinión en El Espectador, David Castrillón-Kerrigan ofrece un análisis de dos cosmovisiones antagónicas del orden internacional: la de Estados Unidos, basada en una “lógica securitista”, y la de la República Popular China, sustentada en los conceptos de “igualdad” y “beneficio mutuo”. A su vez, Castrillón-Kerrigan argumenta que el actual contexto geopolítico internacional le abre a Colombia nuevas oportunidades, algo con lo que, en principio, estoy de acuerdo. Sin embargo, el profesor de la Universidad Externado de Colombia presenta una lectura literal de documentos de política pública de ambos países, dejando por fuera elementos fundamentales de las realidades políticas de ambas potencias. En su texto construye un contraste moral: EE. UU. como amenaza securitista y China como socio “real y verificable”; una asimetría que no resiste el escrutinio.

La reformulación de la política exterior estadounidense hacia el hemisferio trae consigo nuevos retos tanto para Colombia como para el resto de la región. Por un lado, un EE. UU. con un gobierno ideologizado y dispuesto a utilizar su fuerza económica y bélica para moldear el hemisferio en función de sus prioridades debe alarmarnos a todos. Pero, por otro, EE. UU. es un país de instituciones fuertes y profunda tradición democrática. Asimismo, los lazos políticos, militares, culturales y sociales que vinculan a EE. UU. con los países latinoamericanos no solo sobrevivirán a las políticas de un solo presidente, sino que también posibilitan espacios de entendimiento más allá de la retórica incendiaria que hoy domina el discurso público en Washington. EE. UU. no es Donald Trump, como Colombia no es Gustavo Petro.

Ahora bien, el verdadero problema del análisis de Castrillón-Kerrigan radica en lo que dice y en lo que omite acerca de China. En resumidas cuentas, el recién publicado Documento de Política hacia América Latina y el Caribe, divulgado por el gobierno chino, es una oda a la cooperación y al multilateralismo. En él, China presenta una propuesta basada en todo lo que se puede lograr en el marco de la cooperación y el respeto a la soberanía de cada país. Castrillón-Kerrigan acierta cuando señala que “el lenguaje no es ingenuo; es estratégico”. Por supuesto que lo es; y precisamente por eso oculta mucho más de lo que esclarece.

China tiene un sistema de gobierno autocrático, un hecho que no puede obviarse en ningún análisis de política exterior que involucre a la potencia asiática. Un sistema partido-Estado como el chino afecta la forma de hacer negocios, condiciona las decisiones a un marco político específico e impacta los mecanismos de resolución de conflictos. Abordar a China sin tener en cuenta estos factores difícilmente dará buenos resultados.

Asimismo, el lenguaje conciliador que permea la retórica oficial china hacia nuestros países debe contrastarse con sus acciones, no solo hacia Colombia y América Latina, sino también a nivel global. Corea del Sur, Japón y Australia son países que han tenido que lidiar con restricciones y bloqueos comerciales por parte de China. Por su parte, la Unión Europea ha señalado explícitamente que China es un “habilitador clave” de la guerra rusa en Ucrania. ¿Qué significa “respeto a la soberanía” cuando se respalda materialmente —aunque sea de forma indirecta— a un agresor revisionista?

Con todo esto no quiero decir que China no presente oportunidades para Colombia: existen y son muchas. Pero dichas oportunidades jamás serán aprovechadas si la política exterior colombiana se basa en premisas desatinadas que no reflejan la realidad china.

El contraste entre la “securitización” estadounidense y el “beneficio mutuo” chino es útil como narrativa, pero engañoso como diagnóstico. Los documentos de política exterior que presentan China y EE. UU. son instrumentos estratégicos; lo responsable es evaluar costos, coerción y dependencia, y diseñar una estrategia colombiana con líneas rojas y objetivos medibles, guiada por lo que ambas potencias hacen y permiten, no por lo que afirman.

Parsifal D’Sola Alvarado

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