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El problema del recaudo en Colombia

Cartas de los lectores

18 de septiembre de 2025 - 12:00 a. m.

A propósito del editorial del 8 de septiembre, titulado “¿Podemos hablar de la tributaria con madurez?”, los invito a que reflexionen sobre qué creen que sucede en Colombia con los niveles de recaudo. La primera reforma subió el recaudo a casi el 18 % del PIB, para luego caer a menos del 15 %. Miren las cifras de otros países: Honduras, con un IVA del 15 % y una renta del 20 %, recauda el 22 % del PIB. Brasil, con un IVA y una renta similares, alcanza un 28 % del PIB.

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El problema de Colombia no es de ley, sino de administración tributaria. El tratado de doble tributación con España ha llevado a que todos los grandes capitales se conviertan en ETVEs (entidades de tenencia de valores extranjeros), es decir, inversión extranjera española libre de impuesto al patrimonio y a la ganancia ocasional. Ahí está una parte importante de la caída en el recaudo.

Las facturas electrónicas ficticias se consiguen con facilidad. Las cámaras de comercio no tienen interés en controlar que las sociedades tengan una actividad real, y la DIAN no verifica a quién se le otorga el derecho a facturar ni cuántas facturas emite. Los gastos de sociedades familiares cubren buena parte de los gastos personales de sus dueños, es decir, utilidades que deberían tributar tanto en la sociedad como en la persona natural, pero todo eso se evade.

Los contadores hacen la contabilidad a partir de cuánto impuesto quiere pagar la gente, y nadie protege ni respalda al contador frente a esas presiones indebidas.

Y lo más grave: un sector amplio de la economía paga extorsiones para financiar al crimen organizado, obviamente a costa de los ingresos del Estado. En Palomino se cobran 10 mil pesos por turista; lo mismo ocurre en Guaviare. En el caso del ganado “en chaqueta”, se pagan 10 mil pesos mensuales por cabeza a partir de 39 cabezas. También pagan los camioneros, el transporte público, los comercios...

La criminalidad prospera como nunca porque su “recaudo” va primero, mientras el Estado ahoga a los pocos que pagan con impuestos adicionales. Y, por corrupción, se permite que se dispare el precio del gas, ahogando aún más a la industria.

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Lo maduro no es hacer otra reforma tributaria; lo maduro es gerenciar el Estado, no convertirlo en una maquinaria ineficiente.

Juan Ortega

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