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A propósito del editorial del 26 de octubre, titulado “Incluir al presidente Petro en la lista Clinton es una insensatez”. En el ejercicio del poder, Estados Unidos cuenta con lo que se viene denominando armas blandas, para referirse a productos aparentemente disímiles como el sistema Swift, internet, los aranceles y, cómo no, la Lista Clinton. En 2021 —antes de la presidencia de Trump— se publicó el libro The Uses and Abuses of Weaponized Interdependence (algo así como Usos y abusos de la interdependencia armada), de Drezner, Farrell y Newman. Así que las acciones de Trump no son un hecho exótico o azaroso, sino una dinámica ineludible para ese país.
El control directo o indirecto de Washington sobre esos productos se ha ido tornando en un arma arrojadiza contra quienes cataloga como sus enemigos, en un intento por retornar al unipolarismo de la década de 1990.
Es de especial importancia el uso de la plataforma Swift, pues aumenta la eficacia de los embargos a través del congelamiento de transacciones financieras. No es necesario hablar mucho de aranceles, pues su despliegue durante el primer mandato de Trump, y su desbordamiento en el segundo, apenas dejan dudas sobre su uso como contundente arma y apuesta de reindustrialización.
La Lista Clinton, que de haberse ideado para controlar en algo el movimiento de dineros ilícitos, está pasando a un uso indiscriminado para fines diversos. Las tensas relaciones entre Lula y Trump mostraron el radio de acción de tales armas: aranceles astronómicos para presionar la absolución en el juicio contra el golpista Bolsonaro. Como los aranceles no lograron su objetivo, varios funcionarios fueron incluidos en la Lista Clinton, empezando por el juez que llevó el caso.
El uso indiscriminado y sañudo de las armas blandas lleva a los analistas a escudriñar los nefastos efectos que acarrea el abuso —anticipados en el libro mencionado— y su poca eficacia para el objetivo central, compartido por los dos partidos estadounidenses: contrarrestar la fuerza de los competidores extranjeros.
La savia de esas armas es el dólar. Su potencial fue definido como “privilegio exorbitante” (expresión erróneamente atribuida a De Gaulle) para hacer referencia a los gigantescos beneficios económicos que percibe Estados Unidos por la emisión de dólares. Andando el tiempo, se está revelando que el asunto va más allá. En la última edición de Foreign Affairs hay un artículo con un muy provocativo título: “Pillaje exorbitante” (“Exorbitant Pillage”). Alerta, al igual que otros analistas, que el uso desaforado de estas armas blandas está acarreando un doble efecto: su debilitamiento como instrumento económico y la consolidación de formas alternativas de entendimiento planetario, como los BRICS o el Banco Asiático de Desarrollo, lideradas —vea usted— por China, el competidor número uno de Estados Unidos.
De manera que el desafuero que significa haber incluido al presidente Petro en la Lista Clinton es un paso más de Washington en su búsqueda de un poderío ya debilitado. Frente a eso, la diplomacia de la Casa Blanca no hará otra cosa que aplaudir a su presidente, pues cree que esa es la forma de volver al pasado. Opinión compartida por el grueso de republicanos y demócratas, hasta donde se ve, con matices en la forma, no en el contenido.
Pascual Amézquita Zárate, PhD en economía, profesor universitario.
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