No escribo estas líneas para contradecir de plano el editorial del 27 de julio, titulado “Llegan las sanciones de la JEP, queda a prueba su poder restaurativo”, sino para complementar un aspecto que me parece sustancial a la hora de evaluar la función de la JEP.
Considero que hoy, luego de más de la mitad del llamado primer Gobierno de izquierda en Colombia, no podemos hablar de resultados insuficientes del proceso de paz con las FARC, ni de la demora en las sanciones de la JEP, sin entender que este Gobierno ha desconocido el Acuerdo de La Habana o, por lo menos, lo ha sacado de su agenda política.
Como ciudadano, esperaba que este Gobierno trabajara por restaurar “el Acuerdo hecho trizas”, la famosa expresión que, en una campaña presidencial, lanzó el partido del Gobierno previo y que dio a entender que no habría mayor apoyo a la agenda concertada en La Habana en ese entonces. Sin embargo, el Gobierno actual, de izquierda, lo que hizo fue esconder esa agenda, hacerla a un lado, en vez de darle protagonismo y agilidad.
Entonces, hoy no podemos hablar de una JEP lenta, como menciona el editorial, sin entender que, durante dos períodos de gobierno, por diferentes razones —unas más comprensibles que otras—, este proceso de paz, el más real de todos los que el Gobierno vigente quiere emprender, se volvió trizas y se metió en la trastienda.
Esta es otra más de las tantas oportunidades perdidas del Gobierno vigente, que tuvo la posibilidad de demostrar su capacidad de gestión dándole fuerza y celeridad a los compromisos que adquirió el Estado colombiano con un grupo armado, pero, sobre todo, con las víctimas. En vez de eso, prefirió armar su propia agenda en torno a una “paz total” que no tiene nada de total, porque de entrada no contó con las realidades de cada territorio.
Finalmente, considero que, en este momento en el que se avecina una ola de críticas sobre las condenas que promulgue la JEP, este Gobierno debe apoyarla públicamente y seguir dándole capacidad para que se convierta en una garantía de que los procesos de paz en Colombia sean verdaderamente restaurativos.
Carlos Monsalve
Envíe sus cartas a lector@elespectador.com