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Las dos Colombias

Cartas de los lectores

09 de octubre de 2025 - 12:00 a. m.

A propósito del editorial del 18 de septiembre, titulado “Un presidente atrincherado en la campaña electoral”. Años atrás, Gaitán ya había postulado la existencia de dos países que integran Colombia: el país político y el país nacional. El primero está conformado por las élites —liberales y conservadoras— que se desentendían del ruido de las calles y los campos para concentrarse en la mejor forma de repartirse el poder. A este país político, en pleno siglo XXI, siguen perteneciendo las castas que se han sentido desplazadas desde que Petro llegó al poder. Allí también tienen cobijo los medios tradicionales, que son, quiérase o no, voceros de ese país desconectado.

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Al segundo país pertenecemos la mayoría: campesinos y trabajadores, soldados y mecánicos, soñadores que vemos cómo la utopía se vuelve alcanzable con un proyecto político que irrumpe después de más de 200 años en esta Colombia desequilibrada. Ese es el discurso que le duele al editorialista de El Espectador. Claro, por fin hay una episteme popular que se pone a la par con la de los poderosos, y por eso la desacreditan; por eso les duele.

Las palabras del presidente Petro no solo hacen reflexionar a un país que pasó de ser dirigido por una marioneta a contar con un líder de talla internacional, sino que también incomodan. Por eso tildan su discurso de incendiario y de poco eficiente en materia de políticas internas, cuando es una verdad sabida que la oposición —poco inteligente— ha frenado las reformas tan necesarias para el país. Reformas que precisamente buscan equilibrar al país político y al país nacional. Sin embargo, el entramado de poderes, convertido en un sistema conservacionista, teme perder sus privilegios. Ese es el verdadero temor. Y en su afán, han construido un muro de indolencias para frenar todo posible cambio. Esa es la verdadera causa de la falta de resultados tangibles, como erróneamente reclama el editorialista.

También estamos frente a cambios semióticos. Hace años, los símbolos quedaron empotrados en clubes y barrios exclusivos. Hoy, el presidente acude a aquellas metáforas que congregaron a los desarropados para acompañar el proyecto independentista de hace más de 200 años. Ahí hay una identificación mayoritaria nacional que la prensa tradicional y las hegemonías se niegan, nuevamente, a aceptar. Es una cruzada y un llamado para que lo conquistado hace tres años no se pierda en el horizonte ambicioso de quienes han detentado el poder en Colombia.

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Además, tradicionalmente, todo el poder estatal ha sido utilizado por las viejas hegemonías para perpetuar su dominio. En ese entramado, los medios tradicionales han sido voceros de ese poder transado en noticias. Sin embargo, hoy se quejan de que el poder del Estado sea utilizado para mantener un proceso político que se volvió fáctico hace tres años. Resulta inadmisible que la prensa sea tan mezquina como para postular que el propio Gobierno deba ceder ante los reclamos anacrónicos de la vieja Colombia, con el fin de desconocer la voz de la nueva Colombia: un proyecto político que no se dejará vencer tan fácilmente.

J. Mauricio Chaves-Bustos, escritor.

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