Ad portas de la decisión que tomen los colombianos con su voto en las próximas elecciones de Congreso y Presidencia, el país se juega una carta muy importante en la transformación social y económica después de un accidentado cuatrienio para la economía y el empleo. No se necesita cambiar el modelo económico ni reformular la teoría económica para que Colombia recupere el rumbo; se requiere corregir los errores que llevaron a la desconexión del mercado colombiano con el sector externo.
Por ejemplo, la Cepal ha hecho hincapié en la necesidad de fortalecer la cooperación internacional para recuperar el comercio intrarregional, mientras que el FMI, en su último informe sobre perspectivas económicas de América Latina, ha manifestado su preocupación por la baja integración comercial dentro de la región, en especial porque gran parte de los países latinoamericanos no están incorporados en cadenas de valor mundiales.
Por otro lado, se prevé un escenario de lento ajuste del PIB, con tasas de crecimiento por debajo del 3% en los próximos dos años. A pesar de que la inflación se ha ido reduciendo, el consumo se mantiene temeroso: ha sido resiliente, pero cauto. Los sectores productivos conservan una alta desigualdad en productividad, explicada por una brecha del 43% con respecto a las economías avanzadas. De acuerdo con el FMI, para el periodo 2000-2019, las cinco principales economías de América Latina —entre ellas Colombia— registraron una tasa de crecimiento negativa de la productividad total de los factores (PTF) de -0,71 %. En línea con la Cepal, la región ha tenido desde los años 2000 un ritmo de crecimiento económico promedio del 1 %, incluso inferior al de la década de los ochenta.
Existe una fragmentación geoeconómica marcada por la incertidumbre en la participación de los mercados de economías avanzadas. Las economías emergentes han demostrado compromiso para crecer, pero no ha sido suficiente. En el caso colombiano, el rezago a nivel intrarregional y el limitado crecimiento hacia el exterior siguen siendo barreras que se agravan con las debilidades en la estabilidad macroeconómica, sobre todo por el exceso de deuda en entornos de política monetaria restrictiva. A su vez, las oportunidades para aprovechar la integración mundial se desperdician por la baja diversificación productiva. Seguir la senda de culpar al pasado definitivamente no es una solución.
El mercado es claro al dar sus señales, y en Colombia pareciera que la economía se ha convertido en un embeleco de propuestas desconectadas del mundo. Ahora surge una que insiste en la necesidad de cambiar el modelo económico, lo cual resulta trivial frente a las condiciones actuales y se explica por contradicciones en el manejo de la política fiscal. En su lugar, es mejor tomar el camino seguro: desarrollar el artículo 333 de la Constitución Política de manera seria, coherente y consistente.
Así que, para cambiar el rumbo, no se necesita una propuesta de nuevo modelo económico: es urgente recuperar el rumbo internacional, los mercados externos. Ya está bien de las críticas al neoliberalismo. En sentido común, hemos hecho poco por cambiar lo malo; por el contrario, lo estamos profundizando. Termino con una puntada adicional: las propuestas económicas de los sucesores congresionales y presidenciales están flojas porque no abordan lo estructural. A Colombia le llegó la hora de decidir entre dar palo para corregir el equilibrio macro o seguir untando mantequilla al pan viejo.
Gustavo Sepúlveda, economista.
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