A propósito del editorial del 17 de septiembre, titulado “Una descertificación política, sin sanciones”. A pesar de que la descertificación a Colombia por parte del gobierno de los EE. UU. se dio sin sanciones económicas ni recortes en el apoyo a las fuerzas armadas o a la lucha contra el narcotráfico en general, es evidente que esta decisión fue de carácter político y moral contra el gobierno del presidente Petro y su política antidrogas. Sin embargo, me asombra que este editorial no haya objetado esa injusta decisión unilateral de Donald Trump —la primera en casi 30 años—, quien se cree amo y señor de los países latinoamericanos. Ahí está la absurda agresión a Brasil y Venezuela. “Los Estados Unidos parecen estar destinados por la Providencia a causar miseria en América en nombre de la libertad”, había vaticinado mucho antes Simón Bolívar.
Claro que estoy de acuerdo con El Espectador cuando afirma que “la respuesta debería ser manejada con prudencia y diplomacia para no volver a la ‘narcotización’ de las relaciones con la potencia del norte”. Pero me pregunto si nuestro mandatario no fue precisamente prudente y diplomático al explicar por qué considera una grosería profunda e inmensa esta “injusticia contra el país que más sangre ha regado para que la sociedad de los Estados Unidos no consuma tanta cocaína”. Desconocer una cultura enlutada que cumple 50 años sobreviviendo, contando huérfanos y traumas con coraje entre el fuego cruzado, es indignante. Aunque, en honor a la verdad, esas palabras y las siguientes fueron dichas por Gustavo Petro después del editorial de marras: “Es un insulto (…) para mi vida personal. Cuando se ataca a la persona y a la familia, hay que defenderse indudablemente, y más cuando se ataca a toda una sociedad (…) ¿Sirvió ese forzamiento de la erradicación? ¿O ustedes se equivocaron (…) con el Gobierno de Colombia? Porque echaron (…) cantidades de veneno sobre el campesinado, sobre nuestros ríos (…) En lugar de disminuir el número de hectáreas, ustedes lo aumentaron hasta llegar a 200 mil, un 43 % más (…) Cifras, señor Trump, no ideología (…); yo no estoy de acuerdo con eso, estoy de acuerdo con las cifras”.
En suma, entonces, aunque la decisión estadounidense no afecte “a gran parte de la población colombiana”, el hecho de estar en una lista negra de cinco países no es una buena presentación ante el mundo. A todas estas, ¿quién descertifica a EE. UU. por su errático manejo del problema? En sana lógica, debería hacerlo cualquier comunidad democrática, e incluso cualquier ciudadano sensato, inspirado “en una ética que es urgente rescatar, antes de que este presidente orate, condenado por la justicia de su propio país, haga colapsar el derecho y entronice el reino de la arbitrariedad”, como bien lo dijo Augusto Trujillo Muñoz. Señor presidente procesado: le guste o no el gobierno de turno, Colombia sigue encarando el horror del narcotráfico y reivindicando nuestro espíritu, que nos resucita todo el tiempo.
Dairo Elías González Quiroz
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