Publicidad

Sobre Gaza y la distopía de lo real

Sigue a El Espectador en Discover: los temas que te gustan, directo y al instante.
Cartas de los lectores
14 de octubre de 2025 - 05:00 a. m.
Resume e infórmame rápido

Escucha este artículo

Audio generado con IA de Google

0:00

/

0:00

En respuesta a la columna de John Galán Casanova, titulada “Érase una vez Gaza”, caben todavía algunas precisiones sobre una distopía del horror que sigue inadvertida desde hace demasiado tiempo en Occidente, aunque sea caldo de cultivo de la cultura genocida.

Desde hace décadas, la influencia de múltiples filmes de Hollywood, como Caracortada (1983), llegó a videojuegos y objetos culturales como San Andreas (2004), revitalizando el placer estético fijado en la violencia por las vanguardias de inicios del siglo XX. Lo hizo con la potencia arbitraria del narcotraficante. Efectivamente, en nuestra imaginación, la posibilidad de una agresión impune se hizo un privilegio que hoy sigue al alza, constituyendo incluso múltiples fetiches eróticos.

Del sadomasoquismo prostibulario de OnlyFans a un simple comentario en redes o a un texto como este, la agresión se hizo una experiencia posmoderna con la que se fantasea en la era digital; algo que los usuarios valoran más si la desligan de su identidad física, con estéticas enmascaradas crípticamente en sus nichos culturales. Aquel privilegio distópico de cobardes —que va del simple matoneo a las amenazas o a la calumnia a las figuras públicas— adquiere más valor para esas personas digitales: decir verdades con un anonimato indistinto de las capuchas de los terroristas o los fascistas, aunque eso sea lo que supuestamente se denuncia.

Una verdad maravillosa es que, como posiblemente sucederá en Gaza, la paz siempre es posible. Lo terrible es que nunca es gratis; si lo sabremos nosotros en Colombia. ¿Encauzaremos mejor nuestro discurso digital, o al menos solo diremos verdades que podríamos sostener en un juicio? Las inteligencias digitales no redimirán nuestros discursos de odio. Aquel giro de conciencia que conduce a la paz solo se logrará con ese compromiso que nunca concede un avatar, sino un civil cualquiera dispuesto a contar como un ser humano. Y nada más, ni nada menos.

Ricardo Andrés Manrique Granados

Envíe sus cartas a lector@elespectador.com

Conoce más

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscríbete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.