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La derrota de la sociedad tras el asesinato de Miguel Uribe
A propósito del editorial del 31 de agosto, titulado “Debemos repensar las penas sin olvidar la resocialización”. Ante la lluvia de críticas que le ha caído al sistema judicial colombiano por la “escasa” condena de siete años impuesta al adolescente que asesinó a Miguel Uribe Turbay, no deja de ser perturbador el hecho de no aceptar que hemos fallado como sociedad y que nuestra desidia o nuestra indiferencia son las responsables del abandono, la ignorancia y la falta de oportunidades, que engendran a muchachos —tan víctimas como sus blancos— que, por unos billetes, están dispuestos a asesinar a alguien que ni siquiera saben quién es.
Si en el caso que nos ocupa se cumple el monto de la condena, el muchacho saldrá en libertad a sus 24 años. De aquí a allá, ¿se encargará el Estado de formarlo, de enseñarle un oficio para que pueda ganarse la vida cuando quede en libertad? ¿O estará irremediablemente condenado a dedicarse al crimen?
A los que reclaman una condena más severa: ¿será diferente la situación si queda libre a los 27 años o a los 30? Mientras nuestra concepción de justicia siga siendo vindicativa y no reformadora, nuestra sociedad seguirá produciendo estos fenómenos, dolorosos desde todos los ángulos.
Guillermo Perdomo
Una portada que alumbra la corrupción
En respuesta a la portada del impreso del 4 de septiembre. Nunca creí que esa indignante actuación de los senadores de oposición mereciera tal despliegue en un periódico como El Espectador. La sonrisa de picardía lograda es muestra de la degradación política a la que se ha llegado. Elegir a un individuo tan cuestionado para ser magistrado de la Corte Constitucional es una afrenta a la sociedad, y más aún darle a ese hecho un titular de primera página.
No es que les haya salido bien, sino que ganó la corrupción por encima de cualquier otra consideración. No es que hubiera perdido el Gobierno, ni mucho menos; fue un nuevo golpe de los intereses perversos que, en su momento, llevaron a elegir a un magistrado que vendía tutelas por 500 millones de pesos. Los puños en alto y los abrazos cómplices que muestra la foto son una muestra más de lo que ese grupo está dispuesto a hacer para no permitir que la corruptela pierda el poder.
Jorge Martínez
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