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Controvirtiendo dos columnas de domingo

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20 de octubre de 2025 - 05:05 a. m.
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Con pocas palabras, en su comentario a la columna “Gabriel Turbay” (Humberto de la Calle, El Espectador, 12 de octubre de 2025), el forista Felipe(dw15k) pone al descubierto la inflexibilidad e inconsistencia que dominan los discursos tan frecuentemente atrapados en la ideología. En respuesta a la afirmación de De la Calle de que “Yo pienso que el socialismo no es el mejor sistema porque […] no creo conveniente un Estado que dirija la vida de las personas”, protesta el forista “¿Acaso el capitalismo no dirige la vida de la gente, no la condena a la pobreza solo por el hecho de nacer?”.

Aunque De la Calle suaviza su afirmación escribiendo que “Un capitalismo consciente es una mejor idea”, no explica qué es eso de capitalismo consciente. Puesto que el capitalismo, tal cómo existe hoy en día –y bien describe el forista Felipe– está fundado en “la lentitud de la movilidad social, del acaparamiento de riquezas por parte de los más ricos en todo el mundo, del afán de un mundo tecnológico para producir más riqueza para unos pocos, mejores armas para someter a los demás, mientras se invierte menos en salud, en el medio ambiente herido de muerte”. Supone uno que el columnista sugiere un sistema que busque un balance más equilibrado entre los derechos de los individuos y los derechos del capital. ¿No es esto lo que la derecha llama socialismo? ¿No es este equilibrio el que ha conducido al sobresaliente desarrollo social de los países nórdicos?

De acuerdo con Oxfam, en Colombia “únicamente 12,4 % de toda la riqueza creada se distribuye en 90 % de la población del país” (La República, 24 de enero de 2023). Vale decir, de cada billón de nueva riqueza, cada uno del 10 % más rico se queda con COP $168.400 y a cada uno del 90 % restante le llegan solamente COP $2.650.

Números que empeoran al incorporar el enorme impacto de las llamadas “externalidades”, como son el deterioro del medio ambiente y el impacto desigual de la inversión en infraestructura en las condiciones de vida de los miembros de la sociedad (muy pocos entre los pobres utilizan un aeropuerto, disfrutan de un parque nacional o atienden una universidad pública). Es casi siempre cierto que ignorar el deterioro ambiental que causa una inversión resulta en una ganancia jamás tasada para el capitalista y una pérdida para el ciudadano de a pie.

Igualmente atrapado en el lenguaje de la ideología, Mauricio Botero (“Las infantiles teorías del decrecimiento”, El Espectador, 12 de octubre de 2025), sugiere que el decrecimiento implica apagar las fábricas y los tractores y suspender la extracción de minerales del subsuelo. Nada más sesgado e infantil. El verdadero objetivo del decrecimiento es incorporar las “externalidades” al costo real del crecimiento y buscar el acoplamiento de la disminución de la población mundial a la gradual disminución de la producción. En otras palabras, frenar al capital para salvar la humanidad.

¡Pero el que quiere dirigir la vida de los otros es el socialismo!, concluye el forista Felipe.

Ricardo Gómez Fontana, Guapi, Cauca

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maría(52338)20 de octubre de 2025 - 05:29 p. m.
:)
HF(32718)20 de octubre de 2025 - 03:05 p. m.
Interesante intervención del invitado que, además de hacer referencia respetuosa a dos columnistas habituales de El Espectador, tiene en cuenta el aporte o posición de unos de los foristas.
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