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Cuando los jóvenes toman la palabra: el reto de los consejeros de juventudes

Cartas de los lectores

28 de agosto de 2025 - 12:00 a. m.

En cada elección, Colombia se juega un pedazo de su historia. Sin embargo, en esta ocasión la cita es distinta: no se trata de elegir a los mismos de siempre, sino de abrirle la puerta a quienes muchas veces han sido relegados al papel de espectadores: los jóvenes. Los Consejos Municipales de Juventud (CMJ) no son una moda institucional ni un adorno burocrático; son, en esencia, el laboratorio donde se cocina la democracia del futuro.

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El politólogo Karl Mannheim (1993) hablaba de las generaciones como fuerzas sociales que reinterpretan la realidad y empujan transformaciones. Pues bien, nuestros jóvenes tienen hoy la posibilidad de probar que no son únicamente la “resistencia” en las calles o las cifras de desempleo en las estadísticas, sino actores capaces de proponer, debatir y decidir.

No nos engañemos: la política tradicional lleva años funcionando como un club cerrado, plagado de vicios, clientelismos y discursos reciclados. El CMJ, si se toma en serio, puede ser una grieta en ese muro. ¿Pero cuál es el reto? Dependerá de los mismos jóvenes que esas sillas no se conviertan en un eco vacío, en una “república escolar” sin trascendencia, sino en trincheras de ideas y puentes con la institucionalidad.

El sociólogo Alain Touraine (2000) sostenía que la democracia se renueva cuando los movimientos sociales irrumpen con autenticidad. Esa autenticidad está en la voz de quienes aún creen en causas, en quienes entienden que la política no es un negocio, sino un servicio. Allí radica la fuerza de esta elección.

Por eso, el llamado no es solo a votar, sino a asumir el CMJ como un acto de fe en la juventud. Si este espacio se convierte en semillero de líderes capaces de pensar en su barrio, en su ciudad y en su país, entonces habremos ganado mucho más que una elección: habremos dado un paso hacia la reconciliación de los jóvenes con la política.

No se trata de que les “presten el micrófono”; se trata de que tomen la palabra y no la suelten. Porque la historia de Colombia no puede seguir escrita sin la tinta de su generación.

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Ives Danilo Díaz Mena

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