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Es un irrespeto que en su editorial de hoy (ayer), como me han escrito algunos ciudadanos, se afirme que el gobierno nuestro persiguió a los magistrados que investigaban la parapolítica.
Dicha afirmación está en contradicción con los hechos, oculta y distorsiona la verdad: gracias a la seguridad democrática de nuestro gobierno se investigó la parapolítica, que antes, no obstante que existía la misma Corte, vivió en la impunidad; nuestro gobierno permitió que por primera vez la Corte tuviera su propio cuerpo de investigación; y, sin embargo, nunca ha avanzado el proceso sobre la relación entre la política y el terrorismo narcoguerrillero. Mis debates con algunos magistrados fueron por otros temas diferentes a la parapolítica que ustedes bien conocen. Ojalá reflexionaran y no confundieran más a la gente honorable con la delincuencia. ¿Qué tal que yo dijera que ustedes protegen a la narcoguerrilla y a sus patrocinadores?
Álvaro Uribe Vélez. Bogotá.
A propósito delmismo editorial
El exfiscal general Mario Iguarán calificó como “descabellado” el cable de Wikileaks publicado por el diario El Espectador en el que señalaba que el excomandante para miliar Carlos Mario Jiménez, alias Macaco, le había dado $5.000 millones a los magistrados de la Corte Suprema de Justicia para que lo eligieran a él como fiscal general.
Después de analizar lo anterior, cualquiera tiene derecho a varios interrogantes:
1- Si a lo dicho por otros facinerosos le han dado crédito, ¿qué lo impediría en este caso?
2- ¿A quién compete la investigación y en supuesto caso la sanción?
3- En todos estos casos están los “paracos”, las Farc son unos santos. ¿Por casualidad a “ese departamento” le toca investigación posterior?
4- ¿Ha sido Colombia capaz de sobrevivir en un medio tan podrido? Definitivamente somos excepcionales, ¡somos unos fuera de serie!
5- Qué bueno que nos pudiéramos dedicar a trabajar sin tener que invertir tanto recurso humano y económico en “buscar basura” y restregar heridas aparentemente sanas...
Colombia, Colombia, Colombia, ¿cómo y cuándo podremos hablar de una paz creíble, duradera y perdurable?
Gustavo Idárraga C. Medellín.
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