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El otro día me puse a pensar que, otrora, la vía más efectiva y sobre todo digna para lograr algo en la vida era a través del esfuerzo. Hoy, no solo miro el esfuerzo con algo de nostalgia sino también con algo de frustración. Ocurre en todos los sectores de la sociedad, quisiera empezar con la política: mientras en el pasado el político en su discurso ostentaba elocuencia, sapiencia y un gran manejo de la oratoria y el lenguaje, ahora vemos personas vociferando, insultando, maltratando el lenguaje y olvidando la dignidad del cargo que tienen o al que aspiran llegar. El retroceso es evidente, no se requiere de mucho tesón o capacidad intelectual para desarrollar un debate o intentar persuadir a la opinión pública, siento náuseas al pensar en la carrera presidencial el año entrante. Pero no solo ocurre en la política, la sociedad en general opta por incursionar en industrias en las que el esfuerzo, la disciplina y la preparación académica no son necesarias; sí, yo sé que usted que lee esto sabe a cuáles me refiero. Es muy desolador pensar el futuro cuando ya se empiezan a conocer números o escuchar personas del gremio de la educación hablando de la deserción universitaria y, pues claro, si existe un camino más fácil para progresar, para tener más reconocimiento y obtener mayor provecho económico, es apenas normal que se aborde esa vía. Yo quisiera, en estas líneas, evocar ese mundo del pasado sin redes sociales que te muestran una vida perfecta y llena de lujos por personas que, sin ese esfuerzo del que hablo, lograron llegar a ese estatus. Quisiera también rememorar esa parte de nuestra historia cuando sin inteligencia artificial, el conocimiento, la intelectualidad y el aprendizaje corrían por tu propia cuenta, por tu disciplina, por las repeticiones, por los repasos, ¡por los mismos errores! Propendo por la resistencia del esfuerzo, porque si de alguna forma logra luchar y resistir, el mundo que conocemos subsistirá y el agro, el arte, la academia, la música no morirán con esta ola de facilismo y mediocridad rampante. Este escrito no es más que un elogio al esfuerzo, a que sigamos pugnando por luchar en la vida, por debatirnos entre la constante entrega y el fracaso, porque los oficios que conocemos y que son necesarios para que una sociedad florezca como las labores del campo o las de investigación no sean echadas al olvido por la tentación que viene con la simpleza de la actualidad, por la agonía de la entereza humana. A lo mejor soné muy boomer, igual solo me quería quejar.
Pedro Mesa
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