El gobierno se ha sentido empoderado con la justa condena a Uribe por una de sus tantas trapisondas. Ha sido un éxito de la justicia (lo esperable en una pretendida democracia liberal que recorre un camino tortuoso hacia la civilización), pero Petro y su combo lo consideran como su triunfo. Únicamente falta que lo griten, como ya lo han hecho, como un gol en el recinto del Congreso.
“Porque te quiero, te aporrio” parece ser el lema del presidente en el tratamiento a los colombianos. No contento con el desmadre en el FOMAG, que golpea a uno de los gremios de trabajadores históricamente más combativos del país, quiere expandir una tenebrosa mancha de aceite por toda Colombia. Los negros y los maestros fueron centrales en su triunfo electoral. A los primeros los desprecia (el racismo de Petro no se limita al antisemitismo), y los segundos han sido sus ratones de laboratorio.
El gran “premio” para los maestros fue el Ministerio del Trabajo para una de sus líderes más importantes. La ministra Gloria Ramírez impulsó entonces una contrarreforma del sistema pensional que sigue, y Petro lo reconoció, las directrices del Banco Mundial: destroza las futuras pensiones de la clase media profesional con la encomiable excusa de aumentar el subsidio a los más pobres y nivela por lo bajo. Hay que agradecerle a la exministra y al gobierno por un peculiar estilo de stalinismo neoliberal.
Lo que se viene con la [pésima] salud lo vio Alejandro Gaviria en su momento. Al igual que José Martí señaló que conocía al monstruo porque estaba en sus entrañas. Escogió inmolarse y su sacrificio nos confirmó los peores temores que teníamos sobre un déspota que se cree muy ilustrado. El decretazo de la salud, así lo celebren como otro “de los logros de la revolución”, nos deja a la intemperie, nos abandona como a un corcho en remolino...
Eduardo Sáenz Rovner
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