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En la columna “De empleadores a sospechosos”, Catalina Uribe sugiere algunos puntos de vista sobre el rol de los empresarios que merecen ser controvertidos.
De forma muy resumida, Catalina argumenta que desde la presidencia se ha promovido la narrativa –hegemónica entre movimientos sociales y partidos políticos de izquierda– en la que los empresarios promovieron el hundimiento de la reforma laboral como forma de mantener su posición de élite dominante.
Según ella, los empresarios no logran escapar de esa narrativa ni esquivar ese estereotipo de egoístas y explotadores, pues “se limitan a repetir que generan empleo”.
Esta impresión desconoce una realidad mucho más amplia. El dato mata el relato, pues según el Índice de Inversión Social y Ambiental Privada elaborado por Jaime Arteaga y Asociados –firma de consultoría en desarrollo que ha documentado estas cifras– en 2024, las mil empresas más grandes del país destinaron 11,3 billones de pesos en inversiones sociales y ambientales respectivamente.
Además de las cifras, abundan los ejemplos: las empresas B, Compromiso Valle, Unidos por los ODS, fundaciones como Empresarios por la Educación o Ideas para la Paz ilustran cómo el sector privado contribuye en frentes tan diversos como la infraestructura, la salud, la paz, la educación o el empleo. Incluso en materia de sostenibilidad, las empresas han transformado sus operaciones para reducir su impacto ambiental y generar valor compartido.
Catalina tiene razón en un punto: muchas de estas iniciativas siguen siendo poco visibles para la opinión pública y la sociedad civil. Sin embargo, la invisibilidad no significa ausencia. Reducir la figura del empresario al “oscuro, arrogante y egoísta que explota y acumula” es tan injusto como confundir a un contrabandista con un emprendedor que, bajo el marco de la ley, saca adelante una empresa.
Priorizar los discursos por encima de hechos reales es un enfoque que se ha promovido desde el gobierno nacional. Esto debilita no solo la gestión de lo público, sino el debate informado y basado en datos. Es un deber del sector privado hacer más visibles sus acciones, pero también lo es para los periodistas y los medios reconocer y narrar esas acciones.
El verdadero riesgo para el país no es que los empresarios queden atrapados en esa caricatura, sino que el debate público ignore los hechos y refuerce las consignas. Si queremos avanzar como sociedad necesitamos combatir esas narrativas y dar más reconocimiento a quienes, con aciertos y errores, le apuestan a un mejor país.
Daniel Villamil C.
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