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Girasol de un día

Cartas de los lectores

07 de marzo de 2011 - 01:00 a. m.

Las toldas del Partido Verde se encuentran conmocionadas a propósito de las loas del expresidente Uribe a Enrique Peñalosa, y de un eventual apoyo suyo y del Partido de la U a su candidatura a la Alcaldía de Bogotá.

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Más allá de las especulaciones sobre las genuinas intenciones del exmandatario, debe reconocerse que estos hechos le han significado al Partido Verde una seria crisis de legitimidad ante el electorado capitalino, habida cuenta de las contradicciones que han quedado en evidencia en el interior de sus huestes.

Y no es para menos. De la mano de consignas legalistas como “no todo  vale” y “los recursos públicos son sagrados”, la colectividad de los girasoles había despertado gratas simpatías en amplios sectores independientes del electorado nacional en las pasadas elecciones presidenciales, canalizando así el descontento de algunos colombianos ante los excesos del régimen uribista y las disputas internas del Polo.

No obstante, en medio del júbilo verde, muchos se negaron a advertir lo que hoy ha quedado al desnudo: la verdadera naturaleza de la alianza de los exalcaldes en torno a la colectividad de marras y la consecuente debilidad ideológica que esto encarnaba.

En ese sentido, para Mockus, Peñalosa, Garzón y Fajardo, acaso huérfanos de colectividad que los arropara, el Partido Verde significó la vía más expedita hacia la materialización de sus ambiciones políticas, sobre todo electorales.

Por ello no debe sorprender la barahúnda en la que se ha convertido esa colectividad, ni las contradicciones que destilan las posturas de sus líderes con respecto a los pilares del partido, como el regocijo de Peñalosa ante los coqueteos de Uribe (el paradigma del “todo sí vale”) y la carta dirigida al Partido de la U por Gilma Jiménez, senadora estrella de los verdes, en la cual saluda con beneplácito el posible apoyo de esa organización a Peñalosa.

Al respecto, no deben inducir a cálculos equívocos los “reparos” esgrimidos por Mockus ante el posible respaldo de Uribe a Peñalosa (falsos positivos, chuzadas…), los cuales, al parecer, no le parecían tan escandalosos hace menos de un año cuando, luego de solicitar audiencia en el Palacio de Nariño, requiriera de manera incauta el respaldo del entonces mandatario (la antítesis de sus consignas) al prometerle cuidar sus tres huevitos.

Hoy, por tanto, es un hecho patente la falta de robustez de la unidad de acción que exhibía el Partido Verde en torno a sus consignas programáticas y, además, que los límites de esa unidad tienen de ancho lo mismo que los intereses personales de sus líderes.

Es así como el halo de sensatez y consistencia política que el Partido Verde se preciaba de lucir empieza a desvanecerse cual espejismo y, más pronto que tarde, dejará sedientos a los colombianos que depositaron su confianza en lo que resultó ser girasol de un día.

 Óscar  Espitia Lombo. Bogotá.

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