Estados Unidos ha contado en su historia con grandes líderes y pensadores como George Washington, Abraham Lincoln, Franklin D. Roosevelt y Martin Luther King. Consolidó su filosofía educativa liberal con J. Dewey, base de su éxito en el siglo XX. Durante la Segunda Guerra Mundial, reunió científicos notables que emigraron a ese país. Tuvo notables escritores como Mark Twain, Ernest Hemingway y un cuarto físico cuántico en la década de los 60: R.P. Feynman.
Muchas de sus universidades famosas como Harvard, Stanford y Columbia han formado decenas de premios Nóbel en Física, Química y Medicina. Estados Unidos, con mucha astucia, se apodera de Panamá y construye un canal, coloca muchas fábricas en países satélites donde aprovecha recursos naturales, mano de obra barata y privilegios tributarios. En el deporte fue una potencia al formar científicamente a sus deportistas. Emplea sus agencias de inteligencia para derrocar muchos gobiernos con apoyo de la tecnología militar de ese momento. En los setenta inventa la salsa y empresas americanas como Fanta usan talento de latinos para manipular la cultura de Centro y Suramérica. El éxito económico lo basó en una gran producción con valor agregado tecnológico y respaldo del poderío del sector militar. Sin embargo, errores cometidos en Vietnam, Corea, Líbano, Afganistán y, recientemente, en Ucrania, Venezuela y Colombia, presuponen que el brillo de propuestas y estrategias se han convertido en un despeñadero, una tragedia. Hay miopía militar y política.
Este siglo, la economía norteamericana ha perdido el manejo del timón, basada en una emisión de dólares y aumento desmedido de la deuda. Es estúpido atentar contra la libertad de cátedra en universidades citadas, retirar el apoyo a la salud del programa Medicare, acabar con la mano de obra barata de los migrantes en una persecución injusta, darle prelación a Wall Street y la IA, que no lo es, también tiene errores y, con aranceles, acaban con las empresas, el consumo, ahorro y empleo.
Eran inteligentes, ahora son mediocres y estúpidos.
Fernando Echeverri Murgueitio, Cali
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