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Descubrí mi vocación de escritor hace más de dos décadas, cuando leí La invención de Morel de Adolfo Bioy Casares. En ese momento, me sorprendió que la escritura fuera capaz de contar una historia tan inverosímil, que desafiaba la unidad clásica de lugar y de tiempo y, además, hacerla creíble. El relato de un fugitivo que se enamora de Faustine, una mujer proyectada a través de una máquina que captura la realidad, y que, ante la imposibilidad de estar con ella en el mundo tangible, decide ingresar en la invención y así compartir la eternidad con ella, me reveló el potencial fundador e inagotable de la ficción. Recuerdo que al terminar de leer la novela pensé que, si algo como eso había sido posible de contar, realmente se podía contar todo.
La relectura que hoy hago del libro de Bioy Casares me revela que aquel “dispositivo perfecto”, como lo llama Borges, la máquina concebida por Morel, funciona como una alegoría de la invención que hace posible la escritura. En cierto modo, todo escritor es un fugitivo: alguien que se aparta de la realidad para fundar otra. Y el hecho de que el protagonista decida grabar su propia imagen para unirse a la mujer amada —es decir, que elija entrar en la ficción—, es una metáfora de ese gesto fundacional que inaugura la escritura: la creación de una nueva realidad, a veces impensable, pero tan válida como la realidad material.
La máquina de Morel puede leerse como la gran metáfora de una poética de la fundación literaria: frente a la fugacidad del mundo, la literatura lo preserva. Sin embargo, más allá de la consabida idea de que escribir es un modo de vencer al tiempo y asegurarse un lugar después de la muerte, lo que me sigue fascinando del relato de Bioy Casares es la intuición de que todos buscamos, en la ficción, el mundo que anhelamos. Para el fugitivo que encuentra la máquina de Morel, ese mundo es el de Faustine; su deseo lo lleva a elegir habitar junto a ella, aunque sea en el plano de la invención. Ese mismo impulso guía al escritor cada vez que se sienta a escribir: la necesidad de entrar en un mundo que desea, que puede ser mágico, luminoso, romántico, terrible, sórdido, violento. Es, además, el impulso de nuestra experiencia como lectores, y por eso preferimos algunos mundos de ficción sobre otros.
C.A. Bangadof*
*C.A. Bangadof es el seudónimo de Christian Alexander Narváez, autor de la novela Diario de una Seducida, publicada en 2023 por Literatura Random House. Es politólogo y filósofo, doctor en ciudadanía y derechos humanos.
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