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03 de mayo de 2010 - 01:53 a. m.
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Abro el periódico El Espectador para informarme y leer la sección de Opinión, una de mis favoritas.

Sin embargo, encuentro la cuarta entrega del ‘telenovelón’ “Hoyos-Robledo”, el uno columnista del periódico (a pesar de que no me gusten ni sus temas ni su redacción) y el otro senador de la República (que obtuvo mi voto y no me importa revelarlo a pesar de que sea secreto). Al principio me pareció interesante el tema que discutían los dos hombres cultos y entendidos. Sin embargo, cuando el senador —mi senador— aprovechó para meter su cucharada en política y continuar con la campaña de desprestigio que el Polo inició contra el candidato Antanas Mockus por no estar de acuerdo con él, como decimos en esta tierra, el senador Robledo logró ‘sacarme la piedra’.

Está bien que un hombre que ha sido ofendido tenga derecho a réplica y más aún en un diario como El Espectador, pero no está bien que las páginas de un periódico como este se vuelvan la mejor forma de que dos hombres importantes jueguen con sus vanidades.

Ahora bien, creo que Hoyos debería dejarle los temas de la gasolina a gente como el ex senador liberal Hugo Serrano —quien realmente conoce el tema— y dedicarse a lo que sabe hacer mejor; y por su parte, el senador Robledo debería dedicarse a las funciones para las cuales lo elegimos y dejar de meter maliciosamente su pluma en el debate de candidatos a la Presidencia. Les propongo a ambos —ya que está tan de moda el reto de la renuncia— que si su pelea es tan agreste, bien puede Hoyos renunciar a la columna y dedicarse a El Malpensante; y si mi senador Robledo está tan metido en los periódicos y en las campañas presidenciales, bien puede renunciar a su silla en el Congreso de la República y dedicarse a la imagen de Petro en los medios, que en las encuestas va cada vez de mal en peor. De lo contrario, creo que tendré que ser yo quien, como lector, renuncie al columnista y al senador.

Con todo el respeto del caso.

 Sergio Augusto Sánchez. Bucaramanga.

No es solución, es más problema

Transmilenio por la séptima no es la solución, al contrario, traerá más trancones y congestión a esta importante vía capitalina. Los buses públicos no son el problema, pues éstos ocupan actualmente el 2% del espacio de las vías, mientras que los vehículos particulares ocupan el 98%. Con el Transmilenio los buses ocuparán el 33% del espacio. ¿Por dónde se irá el 31% de carros desplazados? ¿Se bajarán los dueños de los carros para montarse en el problemático Transmilenio “light”? No creo, pero con mucha suerte dentro de 30 años tendremos la primera línea del metro. Mientras tanto, destruiremos la bella carrera séptima y aumentarán diariamente los carros.

 Alfredo Perea.  Bogotá.

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