El reportaje publicado por El Espectador en la edición del 15 de junio de 2025 sobre la lucha librada por Ana María Cuesta, directora del Centro de Memoria, Paz y Reconciliación de Bogotá, muestra la radiografía de la situación actual de muchas EPS frente a sus usuarios, muchos de los cuales, como ella, enfrentaron duras batallas con enfermedades complejas y terminales. Se pregunta uno quién toma la mezquina decisión de negar un medicamento que puede salvar vidas aun en circunstancias muy adversas.
Son los nuevos dueños de la vida al ritmo de un coro de funcionarios administrativos, incluidos algunos profesionales de la salud, preparados, no para ofrecer la mejor atención, sino especializados en tener a flor de piel la respuesta más dura posible, con una contundencia inhumana, desalmada y llena de soberbia, porque tal vez consideran que a ellos nunca les llegará ni la enfermedad ni la muerte. Solo hay que observarlos, su mirada nunca se centra en quien se acerca a ventanilla sino pendientes de su celular, de sus aparatos musicales que no les permite ni oír ni escuchar, de sus tontas conversaciones entre ellos. Pero dígales algo, le obstaculizan muchísimo más el proceso de atención. Son insoportables.
Es como si la norma del Ministerio de Salud, lejos de ofrecer una oportuna ayuda, promoviera un estado de hastío y aburrimiento en cada paciente para derivarlos a sistemas de atención privados. En la desesperación muchos lo hacen, sacrificando presupuesto familiar. La administración de la salud en Colombia es hoy un camino al infierno liderados por un ministro que está feliz saboreando las mieles del poder (presidencial) y que nada le importa los clamores de pacientes, como Ana María Cuesta, quien, ni por acciones judiciales, pudo tener lo necesario en la etapa final de su vida.
Para el feroz ministro de Salud o presidente encargado, como será que le guste que lo determinen, le pesará en su conciencia hasta el día que se muera, todas las vidas que se esfuman por la negativa de recibir los medicamentos propios y oportunos para los distintos tratamientos.
No sé si esté equivocada, pero hasta ahora no se ha visto ningún mísero cambio en el sistema de salud, que hasta hace tres funcionaba con relativo éxito.
Ana María Córdoba Barahona, San Juan de Pasto.
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