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Rechazo y condena a una columna

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11 de febrero de 2011 - 03:00 a. m.
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En erudita columna del pasado 7 de febrero, el doctor Carlos Gaviria, nos advierte, con su acostumbrado tono de profesor ilustrado y bien leído, sobre los peligros de la obediencia debida.

Con citas de Laski, Kant, Onfray y Arendt nos recuerda, como es ya bien sabido, que muchos cabecillas nazis alegaron en su defensa haber cometido los más execrables actos de barbarie en cumplimiento de un mandato superior. Tanta erudición, sin embargo, no tiene como objetivo sino comparar solapadamente a exfuncionarios del gobierno de Uribe, entre los que cita mi nombre, con Adolf Eichman y otros criminales nazis. He de decir aquí que esta comparación espuria no solo me ofende sobremanera sino que además falta a la verdad, por lo tanto la rechazo y la condeno de forma vehemente.


Yo no he dicho, como lo dice el exsenador, que actué acatando órdenes ilegales superiores; tampoco he dicho que entre dichas órdenes figuraran realizar interceptaciones telefónicas sin orden judicial. Lo que yo he dicho es que las órdenes que recibí del presidente Uribe fueron órdenes legales, legítimas, sometidas a la Constitución y vitales para garantizar la sobrevivencia de un Estado de derecho bajo asedio criminal como lo es el colombiano. El presidente Uribe nunca, en los dos años que fui director de esa entidad,  me pidió, ni siquiera me insinuó, que usara los recursos del DAS por fuera del mandato legal. Es más, sus instrucciones perentorias fueron las de invertir los recursos del DAS solo en la lucha contra el espionaje extranjero, el terrorismo, el narcotráfico y la corrupción, así como en la protección de opositores y la salvaguarda de los procesos electorales.


Mi conciencia me dice que actué dentro de este mandato y estoy convencido de poderlo demostrarlo ante las autoridades de la República de ser necesario.
El exsenador Gaviria, como otros contradictores del anterior gobierno, olvidan hoy las numerosas veces que me llamaron como director del DAS a agradecer los esfuerzos de la entidad para proteger su derecho a participar en la vida pública nacional sin la zozobra que produce el terror de los violentos. En aquel entonces recuerdo que dije  que actuaba así porque era mi obligación, mi convicción y el mandato de mi superior jerárquico.  Hoy lo repito aquí, como también  lo he dicho ante varias instancias judiciales, no porque sea una “cantinela monótona”, como dice el exsenador, sino porque es la verdad.


El doctor Gaviria, expresidente de la Corte Constitucional, senador y destacado candidato presidencial, nos sorprende además al afirmar que no cree que en Colombia exista una democracia de verdad. Respeto su opinión pero no la comparto y tampoco la entiendo. ¿Cómo es posible que una persona que crea que Colombia no es una democracia haya aceptado ser magistrado de una de sus altas cortes durante tanto tiempo? ¿Cómo ser un político consecuente si uno cree no vivir en un regimen demócratico pero hace de la polÍtica electoral y de la representación popular su oficio de manera reiterada y exitosa? Nelson Mandela, con algo más de razón que el exsenador Gaviria, aseguró también durante años que su país no era una democracia, pero a diferencia de este último no acumulaba los honores de altos cargos públicos, ni llamaba al director de la agencia de seguridad del Estado a exigir, con razón, mayores y mejores medidas de seguridad personal.


Andrés Peñate Giraldo. Bogotá.
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