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Réplica a una glosa

Cartas de los lectores

13 de febrero de 2011 - 10:00 p. m.

Permítame referirme de manera puntual a algunas de las afirmaciones del doctor Peñate en su airada respuesta del viernes 11 de febrero a mi columna del día 7.

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1. Claro que él no ha dicho que las órdenes que recibió, de quienes podían dárselas, eran ilegales. No podía decirlo, por supuesto. Pero lo eran, tenían que serlo. ¿O es que en una democracia, tan perfecta como el doctor Peñate asume que es la nuestra, se puede ordenar a un jefe de Inteligencia, desde los despachos del Alto Gobierno, interceptar los teléfonos de magistrados, jueces y de quienes ejercitan el derecho de hacer oposición?

Eso sólo puede ocurrir bajo un régimen que considere terroristas a quienes (como en el caso nuestro) no comparten el proyecto oficial y por eso lo contradicen.

Alguien, con mero sentido común, podría ver allí una imperfección del modelo democrático.

2. Encuentra contradictorio el doctor Peñate que quien juzga que la de su país es una democracia muy precaria, acepte ejercer una magistratura u ocupe una curul en el Congreso, dignidades a las que ha accedido limpiamente. La respuesta a esa curiosa afirmación está a la mano: hay quienes, considerando que en Colombia no hay una democracia de verdad, pensamos que desde esos espacios se puede contribuir a construirla.

Paradójicamente quienes la juzgan suficiente, y quizá excesiva, creen que su tarea desde importantes cargos oficiales debe consistir en evitar los riesgos que implicaría su vigencia plena y que es bueno entonces matizarla (sutil o torpemente) con ingredientes de regímenes que la contradicen.

3. No tengo dificultad en reconocer que tuve un buen concepto del antiguo director del DAS (Andrés Peñate) y acudí a él algunas veces para ponerle de presente situaciones de inseguridad, derivadas de mi condición de opositor, y que él, en cumplimiento de sus deberes oficiales, atendió amablemente mis angustias.

A propósito de mi inquietud por la evidencia pública de que mi línea telefónica había sido ilegalmente interceptada, sucedió un episodio a la vez pintoresco y revelador: el doctor Peñate, muy acucioso en despejar mis dudas, apeló a un recurso definitivamente persuasivo, llamó a la doctora Marta Leal, su subalterna, y le preguntó: “¿No es cierto que nosotros no disponemos de medios técnicos ni de presupuesto para interceptar el teléfono del doctor Gaviria?”. Y ella, sin mucha convicción, le respondió: “No, doctor, no los tenemos”. Yo entonces me fui a mi casa con la absoluta y grata convicción de que mis derechos de hacer oposición y mi intimidad estaban bien garantizados.

No recuerdo muy bien si fue en ese momento cuando la imagen que tenía del doctor Peñate empezó a ensombrecerse.

 Carlos Gaviria Díaz. Bogotá.

Envíe sus cartas a lector@elespectador.com.

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