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Nadie ha dicho que gobernar es fácil. Menos un Estado como el colombiano, plagado de múltiples dificultades a lo largo de cincuenta o sesenta años, a las que se han sumado otras nuevas, y donde algunas están tan arraigadas que parecen imposibles de desterrar. Se puede suponer que ninguna persona tiene la fórmula para resolver tantos y tan dispares problemas. No hay un ser humano con capacidad para atender y resolver las grandes dificultades que afronta el país. Por eso lo razonable es que sean equipos de personas con la formación, el conocimiento, la capacidad y los recursos técnicos, humanos, científicos y económicos los que se encarguen de atender cada problema. No una sola persona actuando o dirigiendo todo. Esa clase de superhombre o supermujer no existe. Se requieren grupos dedicados de manera concreta y específica a resolver cada asunto, según su especialidad.
Tampoco cabe pensar que una sola persona sea capaz de ordenar y coordinar todo, por lo que lo indicado es establecer sistemas de coordinación y dirección. En ocasiones, la errada interpretación de la forma presidencial de gobierno ha llevado al gobernante a pensar que le corresponde hacerlo todo, o que el cargo le concede superpoderes.
Dados los múltiples problemas que enfrenta Colombia, parecería lógico hacer un listado detallado de ellos, con base en lo cual se fijen prioridades, con la idea de atender unos primero, a riesgo de dejar otros pendientes. También se debe hacer un balance de los recursos disponibles y de los que se necesitan para atender adecuadamente cada situación. Pero no existe dicho listado. Como se está en campaña electoral, cada candidato o candidata tiene sus prioridades y señala los asuntos de los que se va a ocupar, cuando muchas veces no tiene idea de cómo resolverlos. Una forma racional de fijar prioridades sería atendiendo los requerimientos, reclamaciones y necesidades de la población, pero el sistema funciona al revés: el candidato o candidata hace la lista y a ella se adhieren los electores.
Si se dispusiera de una lista acordada con la población, el camino sería más transitable, pero ello no ha ocurrido ni va a ocurrir, porque los líderes creen que su responsabilidad es indicar el camino. Armar una lista de prioridades tiene inconvenientes, porque unos sectores tienen urgencias distintas a otros. Un Estado como Colombia dispone de pocos recursos, por lo que muchas cosas no serán posibles, lo que hace imperioso fijar prioridades.
Otro factor es que los gobiernos atomizan los pocos recursos, prendiendo una vela a cada santo, en un intercambio de favores que hace imposible cualquier logro. Cada gobierno trae sus propias prioridades, lo que ha significado un permanente cambio de rumbo, retrocesos y nuevas prioridades. La campaña electoral sigue mostrando ese panorama, y es claro que no va a cambiar, sin importar quien resulte elegida o elegido.
Fernando Brito R, Pereira
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