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Sobre el doctor Patarroyo

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04 de abril de 2011 - 03:00 a. m.
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Me llamó mucho la atención el reportaje que El Espectador publicó sobre el científico colombiano Manuel Elkin Patarroyo, en su edición del jueves 31 de marzo, especialmente por el titular ¿Genio o figura? Y por los textos que acompañan el subtítulo y el pie de la fotografía: “Casi 25 años después de anunciar que tenía una vacuna contra la malaria, el científico Manuel Elkin Patarroyo reapareció para asegurar que conoce los principios que permitirían curar más de 500 enfermedades”. Este tono se enfatiza en el titular de la página interior: “La esquiva promesa del doctor Patarroyo (36)” y naturalmente en su introducción al tema.

La primera impresión que me causó fue que se incentivaba la animadversión que causa el científico, más que la de hacer un reportaje objetivo. El mismo Patarroyo debe ser consciente en lo más íntimo de su alma que siempre ha encontrado personas con menos inteligencia que él, pero también iguales y superiores a él. Es la posición justa de todo científico e intelectual, porque en el momento que se crea el único, echa a perder el caudal de su potencial. Lo que hace diferente a Patarroyo de muchos es su disciplina, persistencia, constancia para trabajar contra viento y marea. ¿No es lo que necesita el país en todos sus campos?


Al leer las diferentes declaraciones de sus antiguos colaboradores, lo que se refleja en algunos es el de unas relaciones personales, tal vez, no muy constructivas y en otros el resentimiento con el doctor Patarroyo es evidente. Por eso me parece que son rescatables las opiniones de Clara Spinel, Milton Crosby y Carlos Soto, todos de la Universidad Nacional. Ellos asumen una posición noble. Mientras Spinel hace especial énfasis en que el trabajo de Patarroyo es, gústenos o no, el punto de partida para otras investigaciones de igual o mayor envergadura, Crosby expresa el contexto que debe rodear a toda investigación, sin ser la de Patarroyo la excepción: “Hay que ser claros, el fracaso siempre está en la puerta del laboratorio: Ni Patarroyo, ni los franceses, ni nadie ha logrado desarrollar una vacuna contra la malaria que sea efectiva en el porcentaje que se necesita”. Finalmente, Carlos Soto reconoce la importancia de haber creado una escuela de formación.


Esta polémica debe considerarse como punto de reflexión para todo el sistema investigativo en Colombia, tanto desde el punto de vista personal, como de la forma como se presentan los resultados. A todo ser humano le gustan los reconocimientos y si alguien dice que no es así, que tire la primera piedra. Lo que no puede fomentarse, so pretexto de que Patarroyo ni ninguna otra persona en cualquier campo del conocimiento sea de esta o aquella forma de ser, es como ya lo expresó alguien en el reportaje, ni enemigos ni adictos de nadie. Eso sí que les causa daño a los investigadores y a la investigación en el país.


 Ana María Córdoba. Pasto.

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