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Sobre el Icfes para indígenas

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03 de marzo de 2011 - 03:00 a. m.
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Me refiero al artículo de su importante diario, publicado el jueves pasado bajo el título “Proponen crear un Icfes para indígenas”, para citar la sentencia de tutela del Tribunal Superior de Buga del 7 de febrero de 2006, en la que se consignó que “es necesario, para poder realizar el principio constitucional de la igualdad, que se desarrollen políticas de compensación histórica en relación con estas comunidades —se refiere a las indígenas—; no puede plantearse que las ‘carreras’ que se juegan en estas sociedades altamente competitivas puedan darse por unos recién llegados, víctimas seculares de una invasión conquistadora y colonizadora, sin que haya una distinción y un reconocimiento de las desventajas que se acumularon históricamente, por efecto de esa dominación y ese despojo”.

Lo que sucede con los adolescentes indígenas al ser sometidos a la misma prueba de Estado del Icfes, no es más que una continuidad de la política de aculturación de las comunidades indígenas, de etnocentrismo, que pretende velar por la igualdad desconociendo las diferencias; ya ha sido suficientemente decantado en la jurisprudencia universal que la igualdad, para que pueda darse, debe darse con reconocimiento de las diferencias. En la jurisprudencia que se cita, el Tribunal estableció que para la selección de los docentes indígenas el Estado no podía medir con una misma vara de examen a los profesores de la comunidad indígena que a los demás. La valoración del saber no puede verificarse con desconocimiento de la comunidad cultural a la que pertenece el examinado, porque hay áreas del conocimiento que están relacionadas con la cultura —historia, geografía, organización social, etc.— y porque, además, se necesitan profesores que permitan reproducir un saber propio de las otras culturas que constituyen nuestra nacionalidad. Aceptar que solamente exista un examen implica la imposición de una visión cultural sobre otra, que es lo que ha existido en América desde hace un poco más de 500 años, una negación de nuestras raíces y de nuestra identidad colectiva plural.


 Luis Fernando Tocora. Bogotá.


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